Al igual que en la magnífica novela Crónica de una muerte anunciada (Gabriel García Márquez, 1981) el lector asiste acongojado al desarrollo de los acontecimientos que desembocan en el fatal desenlace de Santiago Nasar, de forma análoga, los profesionales dedicados a la investigación o gestión de incendios forestales en zonas de interfaz urbano-forestal o IUF (allí donde las viviendas y la vegetación forestal coexisten), contemplamos impotentes el desarrollo de eventos con grave afección a la población.

En un marco de constante ascenso estadístico de temperaturas, los intervalos meteorológicos propicios para el desarrollo de incendios de gran potencial destructivo son cada vez más frecuentes, incluso en superficies afectadas reducidas. Por citar una muestra, los incendios en Valparaíso (Chile), Estado de Victoria (Australia) y más cercanos en Portugal, Italia, Grecia, Málaga, Huelva, así como en otras zonas de nuestro país. Todos ellos constituyen una crónica de lo que se anuncia y a la vez ya está ocurriendo en nuestro ámbito, siendo la impresionante tragedia de Pedrogâo Grande (Portugal) un desenlace que no sorprende a los especialistas en la materia.

Existe un patrón estadísticamente predominante en accidentes civiles: inicio del incendio en cercanía o dentro de la IUF, procesos de huida/retorno, colapso de vías de circulación (tanto viales como red de carreteras secundarias) y finalmente atrapamiento de personas en frentes de llama y/o humo denso. Y sí, este proceso lo hemos vivido en varias ocasiones en nuestra sierra cordobesa, afortunadamente sin fallecimientos hasta la fecha.

La buena noticia es que, en general, la vivienda mediterránea cuenta con una más que aceptable resistencia al fuego debido a sus materiales constructivos. Por lo que, con una adecuada ordenación de la vegetación y de elementos combustibles en su inmediata colindancia y modificando ciertos detalles constructivos, el habitante de la IUF puede aumentar notablemente su seguridad, permaneciendo dentro de las estructuras o zonas abiertas calificadas como aptas para el confinamiento temporal en caso de que no se den las condiciones para una evacuación planificada y segura.

Pero entonces, ¿por qué no hemos alcanzado esta deseada situación en la que la vulnerabilidad se sitúa en un nivel al menos asumible? Pues bien, el estudio de eventos y medidas adoptadas en zonas del mundo con alta recurrencia de incendios en la IUF, sugiere que:

1º. En caso de existir sistemas administrativos y técnicos consolidados, se produce y controla la aplicación de normativa conforme a los estándares científicos del momento y usualmente tras eventos puntuales o reiterados de gran magnitud. Ejemplos son el Estado de Victoria, Australia, a través de sus normas de desbroces 10/30, 10/50 y modificaciones del Código Técnico de Edificación incluyendo aplicación retroactiva, promulgadas tras los incendios catastróficos de 2009. El Estado de California, EEUU, mediante normativa específica a partir de 2003 y subsiguientes modificaciones y desarrollos reglamentarios, tras varias décadas de progresión en la afección a la IUF. Y la provincia de Alberta, Canadá, desarrollando a escala nacional el programa Fire Smart-Canada en colaboración con Firewise-USA.

2º. En el caso contrario, o bien persiste la vulnerabilidad o se produce normativa más o menos acertada, pero sin capacidad real para controlar y dirigir su ejecución. Ejemplo del primer caso son los suburbios cerca de la zona turística de Valparaíso, Chile: 2008 (20 hectáreas, 4 fallecidos y decenas de estructuras destruidas), 2013 (40 hectáreas, 105 estructuras), 2014 (1.000 hectáreas, 15 fallecidos, 2.900 estructuras). Portugal constituye un ejemplo del segundo caso, donde a raíz de los extensos incendios iniciados en 2003 se modificó la normativa en la materia.

Naturalmente, la pregunta clave es si podemos disminuir considerablemente la vulnerabilidad en la IUF y la respuesta, hasta donde alcanza el conocimiento actual es: Sí... Pero lamentablemente no por el camino actual, vista la aplicación sobre el territorio de más de dos décadas desde que existen directrices legislativas en la materia en nuestro país. Para la consecución del objetivo es necesario un proceso global que incluya Planificación -- Dotación -- Ejecución -- Control, alejado de la sujeción al cortoplacismo que observamos a menudo y basado en el conocimiento técnico y la colaboración de las comunidades locales. Si cualquiera de estos cuatro eslabones se debilita, la cadena colapsará y continuaremos en la misma situación.

¡Comencemos ya! Nuestro país cuenta con profesionales de referencia a nivel europeo para acometer las acciones necesarias. Implantemos en cada comunidad autónoma equipos técnicos con capacidad de control administrativo y ejercicio de la autoridad, adecuadamente dotados y con profesionales de enlace a nivel municipal o comarcal; controlemos y certifiquemos el cumplimiento de actuaciones de defensa pasiva y activa prioritarias; incentivemos dichas actuaciones desde las administraciones públicas... En fin, planifiquemos de forma sólida y coherente.

Naturalmente, la verdadera pregunta clave es si todos nosotros como sociedad, poseemos la madurez suficiente y así transformar, para bien, futuros desenlaces de esta crónica. La respuesta la conoceremos en el transcurso del tiempo.

* Ingeniero de Montes