Los domingos, en los años ochenta y noventa, los comentaristas políticos de cada periódico firmaban su crónica de la semana. En realidad eran análisis más o menos intencionados de lo que les había llamado la atención del acontecer político y partidario. Algunos incluso se esmeraban en dar alguna noticia y, sobre todo, trataban de diferenciarse con la anécdota que adelantaban o la precisión en la palabra escrita. Entonces se cuidaban más los textos. Ese relato sumario desapareció con el tiempo, o quizás no del todo, fue sustituido por inmensas sábanas de tinta negrísima de dos o más paginas, en ocasiones adornadas de citas peregrinas traducidas del swahili, y en otras con elevadísimos entrecomillados de autores celebres. Algún director aún insiste con esas resmas de pretendido esmero.

Traigo a colación la pasada reliquia periodística porque la semana que acaba hubiera sido perfecta para saciar los afanes de aquellos cronistas ya que el aspirante político, «furia de la libertad», para desbancar al gran caimán, salió derrotado en la que aquel pretendió que fuera su gran batalla parlamentaria en tiempo del covid-19. Claro que las heridas tan sangrantes no las vieron los ojos de las televisiones, pues el capote de sus conmilitones fue incluso más extenso y denso que el de la Macarena.

No obstante, no deberíamos exagerar; es cierto que los socialistas espantaron la ofensiva popular y sus generales la dispersaron por el bosque del Madrid Centro, pero no lograron desmochar ninguno de los castillos donde reinan en coalición las derechas, solo sofocaron el acoso al que vienen siendo sometidos.

Claro que el error, ¡qué inmenso error!, del joven dirigente popular conduce a muchos más de los que nos podíamos imaginar a pensar que todavía es posible albergar la esperanza de que Ciudadanos se centre yel PP retome su lugar. Algunos periódicos, como El País, apuestan de manera incluso exagerada por ello, y secretamente ciertos empresarios, sus habilidosos asesores y otros tantos dirigentes socialistas (muchos más bien en la reserva) han debido decir estos últimos días: ¡Mira por donde!

Esa esperanza es solo un espejismo en este momento. La propia vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, (bienvenida) en su primer día de presencia pública tras largas y penosas semanas de covid-19, enfrió con naturalidad las expectativas. Vino a decir que no ha cambiado nada, solo que Ciudadanos se ha colocado en la posición más razonable en esta ocasión. El derrotado, de igual manera, tras limpiarse las heridas del ego y maldormir una noche, vino a decir algo parecido: «Arrimadas continúa siendo muy maja y mantenemos los gobiernos en coalición aquí, allá y en Andalucía, ¿Qué me están diciendo?».

Pero se ha generado la sensación de que algo se mueve de nuevo en la muy difícil entente del mundo de las derechas. Solo ese rum-rum es suficiente para poner las orejas de punta a tanto político, y entornos, que habiendo olvidado cómo se leen los mapas meteorológicos a medio plazo, están pendientes del tiempo del día. Así que seremos testigos durante algunas semanas del nuevo baile que nos ha traído el voto de Arrimadas. Los socialistas muy atentos, e incluso ansiosos algunos, se mantendrán discretos; los populares, escrutando que pasa en sus coaliciones una por una; Podemos mosqueados (es raro que Pablo Iglesias no haya hecho aún viral su mueca); los grandes empresarios con la esperanza del que busca petróleo en la Lora, y la mayoría de la población ajena al nuevo meneo.

Lo más probable que ocurra es que tanto socialistas como Ciudadanos estén hasta más allá de las narices de las condiciones que les imponen sus coaligados y que -sobre todo los segundos- hayan acertado en el momento para hacérselo saber. No nos acercamos a nada especialmente. Y es que el frente anti Podemos no para nunca, y cualquier incidente que parezca ponerles en problemas gusta más que comer con los dedos.

* Periodista