En lo de Cataluña me pierdo. Comprendo que los jueces belgas y los alemanes no piensen como los españoles y desencarcelen lo que aquí encarcelamos, pero que la jueza española Lamela descarte la imputación de rebelión para el jefe de los Mossos Trapero y lo deje en libertad sin fianza tras acusarlo de sedición y pertenencia a una organización criminal, solo lo puedo entender si pienso que el PP está imputado por su responsabilidad con una organización para delinquir y ahí está en Sevilla, en pleno, aplaudiendo a rabiar a Cristina Cifuentes.

La presidenta de la Comunidad de Madrid, muy regeneradora ella en la lucha contra la corrupción, pertenece, según Pedro Sánchez, a una cultura política cuya filosofía es «pilla hasta que te pillen». Y la han pillado y anda buscando en los cajones de su tocador el trabajo de un master de posgrado que, al parecer, nadie se encargó de hacer por ella, aparte de falsificar firmas, y el PP la aplaude pero la gente y el mundo académico está que trina (me reservo la acusación que se acaba de lanzar sin pruebas contra el PSOE). Muy mal Cifuentes negándose a dimitir y arrastrando a Ciudadanos a crear una comisión de investigación para, como se solía decir en el franquismo, «si no quieres solucionar nada, crea una comisión de investigación». Ayer mismo pidió su dimisión y que el PP proponga a otro presidente, aunque lo lógico sería apoyar la moción de censura que ha presentado el PSOE en la Comunidad de Madrid. Pero Cs no quiere regenerar nada sino tomar el relevo del PP para que nada cambie. Como lógico sería también presentar una moción de censura al Gobierno y se acabaría así, pienso yo, con el cesto de donde salen estas manzanas podridas, aquellas ranas y maduran los renacuajos. En suma, pinta mal para la política, la justicia, y la judicialización de la política. Pinta mal para España y los españoles.

Sin embargo, en el Convención Nacional del PP que se acaba de celebrar en Sevilla, la secretaria general, María Dolores de Cospedal, la pepera que dijo aquello de que «cada palo aguante su vela», se ha pasado por el fajín (se pudiera decir, dada su condición de ministra de Defensa) el desaguisado judicial y la corrupción y ha expuesto ante sus correligionario los grandes logros de su partido. La política que habría hecho posible estos «grandes logros» ha sido denominada por Cospedal como la acción de «las dos espadas» (muy apropiada también la terminología) y que, según ella, habrían servido para salvar España del monstruo bicéfalo: la quiebra económica y la rebelión independentista. ¡Hala, un par de tajos y asunto resuelto! El resto es sabido: ¿Quién dijo que el pescado estaba podrido? El PP encarna España como nadie, está unido como una piña, ofrece los mejores proyectos para el futuro, sabe adaptarse al darwinismo político de un mundo globalizado mal que le pese a Cs y tiene el firme compromiso con la igualdad... En este punto de su pregón de venta, a Cospedal le traicionó el inconsciente, se le atragantó la palabra y le afectó una afonía, levísima afortunadamente. Luego, repuesta, continuó con su bla,bla,bla. En la clausura de la Convención, el presidente, Mariano Rajoy, empequeñeció, con creces, en retórica, autobombo y demagogia a Cospedal. No es posible que este hombre pueda creerse ni la mitad de lo que dice.

* Comentarista político