Hoy, en la liturgia de la Iglesia, se celebra el domingo del Buen Pastor. En un pueblo de cultura agraria, como lo fue Israel, los rebaños y sus pastores tuvieron siempre una notable importancia práctica y una significación simbólica. El título de «pastor» se aplica con frecuencia a Dios, como el Pastor fiel que cuida del pueblo. Por el contrario, los reyes y gobernantes son denunciados por los profetas como pastores infieles, egoístas y perversos. Impresiona leer el capitulo 34 de Ezequiel o las diatribas de Jeremías. Jesús se define a sí mismo como el «pastor bueno». El contraste no es el «pastor malo», sino el «mercenario». La diferencia está en que el «buen pastor» se define por la ausencia absoluta de interés, hasta el extremo de que, si es preciso, se deja quitar la vida, con tal que las ovejas no se vean amenazadas o dispersas. Lo más opuesto a Jesús es un «mercenario», al que Jesús califica como un «asalariado». Jesús considera a las ovejas como algo tan suyo, que por ellas se deja la vida. Es más, tambien siente como suyas las «otras ovejas» que llenan el ancho mundo. Recordaré siempre unas palabras del que fuera durante muchos años redactor jefe del Diario CÓRDOBA, José del Río Sanz, un hombre que iluminó las páginas de nuestro periódico con sus críticas de libros, largas y esplendorosas, adentrándonos en esos mundos que nos traen los libros, a primera vista inalcanzables, pero que con ilusión y acierto podemos conquistar. En nuestras charlas en las noches de guardia, en la alta madrugada cordobesa, Pepe del Río --acababa de iniciarse la década de los 70--, me repetía: «Convéncete, la crisis que vivimos es una crisis de pastores». Se refería a los ámbitos religiosos, ciertamente, en aquel clima entre problematizado y esperanzado del post-concilio, pero sus palabras las hacía extensivas a los dirigentes de la sociedad. Llevaba razón aquel querido y recordado compañero y amigo. Supo darse cuenta de la importancia de los «buenos pastores» y enseguida comenzó a echar en falta su presencia. Tres características ha de tener todo «buen pastor»: primera, conocer a sus ovejas, teniendo en cuenta el significado bíblico de «conocer», un verbo que va mucho más allá de lo que supone tener noticia de algo o de alguien. «Conocer», en la Biblia, supone un conocimiento amoroso y fecundo. Segunda característica, cuida a sus ovejas, les ofrece abundantes pastos, las protege de los peligros. Tercera, da la vida por ellas, entregándola, exponiéndose a todo para salvar a los ovejas. Casi todos somos «pequeños pastores», que hemos de cuidar de un «pequeño rebaño». El Buen Pastor, en frase muy conocida del Papa Francisco, «huele a oveja» por su cercanía, por su conocimiento, por su amor a ellas. La Iglesia y la sociedad tienen hoy necesidad apremiante de «dirigentes fieles», generosos, entregados a su misión, evitando «asalariados» que se aprovechan del rebaño.

* Sacerdote y periodista