Cómo dejar atrás el momento genial de Carmen Calvo cuando Iván Espinosa de los Monteros le ha preguntado esta semana «si el Gobierno piensa hacer algo por restituir la credibilidad de las instituciones del Estado» y la vicepresidenta primera ha respondido que «no hay que restituir lo que no ha existido». El patinazo ante el portavoz de Vox, con la réplica a huevo de tortilla de Santos --«Pues estamos de acuerdo, señora vicepresidenta. No ha existido nunca la credibilidad de este Gobierno»--, tampoco puede hurtarnos una reflexión sobre el aplauso posterior de toda bancada socialista. Es verdad que el aplauso tampoco fue entusiasta, sino algo desganado, un poco de siesta interrumpida: pero fue un aplauso general, bastante unánime. ¿Quiere esto decir que los diputados del PSOE no escuchan lo que aplauden, o que están de acuerdo, hablando en serio, con la literalidad del patinazo? Porque si cualquier lapsus resulta comprensible, lo es mucho menos cuando se hace en rebaño. Pero la política era esto: un rebaño y el otro. También pidió Calvo a la oposición que no hiciera política con los muertos. No sé si su bancada aplaudirá también --seguramente sí-- los 13.000 muertos que a Fernando Simón se le han quedado colgados «por ahí». Es la diferencia entre los 28.135 fallecidos oficiales por coronavirus y los más de 43.000 del Instituto Nacional de Estadística. «Un poquito arriba, un poquito abajo», sonreía Simón, con su cara cordial de camiseta. Muchos lo defienden por su tono afable. También con buenos modos te pueden condenar a muerte, y ese algodón de azúcar no menguará la pérdida. Nuestro Gobierno pasa de la OMS, que ha recomendado --mucho antes de que Salvador Illa, otro amable, asegurara estar siguiendo a la OMS-- que los casos «clínicamente compatibles» se contabilicen como víctimas de la Covid. «Puede haber una pequeña variación». Hombre, pequeña… De 28.135 a 43.000 hay un abismo de dolor. El verdadero homenaje a las víctimas debe ser la verdad.H

* Escritor