Parece que en los tiempos políticos que corren la palabra conciencia tiene una connotación peyorativa. Entre otras cosas porque además de que se ha utiliza poco en los discursos políticos, o prácticamente nada, debe de estar unida a conceptos de alto valor, en este caso, democrático y constitucional. Por ejemplo, durante la Transición se empleaba para expresar la conciencia de país; conciencia democrática; conciencia constitucional; conciencia histórica, etc. Está claro que cuando escuchamos positivamente dicha palabra aderezada de otras que representen valores, automáticamente nos sentimos en cierta forma comprometidos personal y colectivamente con la cuestión que se trate, pues la palabra conciencia en sí misma apela a la parte más íntima del ser humano en cuanto a su conocimiento, sus estados y sus actos. Por eso en aquellos estadios incipientes de nuestra democracia se puso en los discursos políticos pues necesitábamos sabiamente crear conciencia de todo aquello que tenía que ver con aquellos valores constitucionales y democráticos. Y en cualquier caso las palabras solían anunciar a los actos. El pacto de Sánchez e Iglesias escenificado raudo y veloz después de los resultados electorales sin que siquiera los españoles pudiéramos crearnos una conciencia amplia de por dónde podría ir la gobernabilidad del país lo que ha conseguido es comenzar a crear una conciencia de gobierno y ha dejado al resto de las fuerzas políticas con el paso cambiado. O con la iniciativa colgada en el armario. Hay que reconocerle a Sánchez que sabe dar primero. Y ya se sabe que el que da primero, pues en este caso crea conciencia de gobierno y ya de paso la asocia a Sánchez, esta vez con Iglesias. Incluso hasta el silencio del resto de partidos sirve para crear esa conciencia que ya no está en las declaraciones universales de los partidos, sino en la estrategia política. Si nos descuidamos tanto tirios como troyanos acabamos viendo a Sánchez presidente en nuestra conciencia, aun sin votos suficientes.

* Mediador y coach