El 18 de septiembre de 1868 se inició en Cádiz un movimiento revolucionario que significó el destronamiento de Isabel II. Aquel «alzamiento», como lo llamaban sus protagonistas, tuvo en Córdoba el acontecimiento que se convertiría en su símbolo: la batalla de Alcolea el 28 de septiembre, de la cual se cumplirán 150 años el próximo viernes. Córdoba tiene la fortuna de contar con la obra uno de sus protagonistas, el demócrata cordobés Francisco Leiva Muñoz, autor de La batalla de Alcolea o memorias íntimas políticas y militares de la revolución de 1868, editada en tres volúmenes en 1879. Narra cómo se desarrolló la conspiración y los planteamientos de los diversos partidos, así como su actuación en el momento clave. Posee el valor documental de recoger todas las proclamas, decretos y comunicados de aquellos días, desde el 20 de septiembre, cuando se pedía: «Libertad absoluta en todas sus emanaciones legítimas. Trono vacante. Soberanía nacional. Cortes constituyentes elegidas por sufragio universal», hasta el elogio tras la victoria: «Cordobeses: habéis presentado un solemne mentís a vuestros detractores, que son los enemigos constantes de la Libertad. La honra, la vida y la propiedad ajena se han visto garantidas por vuestra indisputable hidalguía. Conduciros siempre así, que esa es la misión civilizadora de todo país culto y sensato, y procurad que vuestra conducta presente se refleje en la reconstitución futura de este gran pueblo, digno de ocupar un lugar distinguidísimo ente las Naciones más caracterizadas del mundo». Leiva murió pobre en 1888, «hasta el extremo de que sus amigos han sufragado los gastos ocasionados por su muerte, y uno de ellos tuvo que facilitarle una camisa», decía el Diario de Córdoba.

También estuvo en Córdoba en 1868 el revolucionario Rafael Pérez del Álamo, protagonista de la sublevación de Loja en 1861. De ambos acontecimientos dejó su testimonio en el libro Apuntes históricos sobre dos revoluciones, publicado en 1872 (hay reedición de 1971). En Córdoba dirigió un grupo de unos 2.000 hombres denominado «Voluntarios de la Libertad», que por encargo del general Serrano se ocupó de la protección del Campo de la Verdad, pero también rememora el momento de la batalla: «Aún recuerdo aquella memorable noche. La luna, mudo testigo de horrorosa matanza entre hermanos, iluminaba fantásticamente con lúgubres tintas aquel campamento sembrado de heridos y cadáveres, y rielando sobre el famoso Betis, lo convertía en serpiente plateada». Según Leiva, Pérez del Álamo impresionaba a los sectores conservadores de la ciudad, no solo por «su arrogante apostura» o «su poblada y luenga barba», sino también por sus revólveres a la cintura y porque en su sombrero chambergo llevaba una ancha cinta de seda con una «notable y notada inscripción: ‘¡Viva la República Democrática!’».

Además de las obras citadas y de las fuentes documentales, podemos contar con un testimonio pictórico acerca de la importancia de Córdoba para el triunfo de la revolución de 1868. Sobre la batalla disponemos de un cuadro, muy reproducido en los manuales de historia, cuyo autor fue el pintor jerezano José Mª Rodríguez Losada. Desde 1908 se encuentra en la Academia de la Historia, donado por un profesor del Instituto de Córdoba, Manuel Alfaro, quien al dirigirse a la institución que lo recibía indicaba que el autor había asistido «de mero espectador» a la batalla, y manifestaba que era «el único existente en España tomado desde el campo de la acción como expresa su autor al dorso».

(Sobre este protagonismo cordobés en 1868 he escrito de forma más extensa en una obra recién publicada, coordinada por el Prof. Diego Caro de la Universidad de Cádiz: La revolución de 1868 en Andalucía (Peripecias Libros). Espero que a nadie se le ocurra acusarme de autoplagio).

* Historiador