Córdoba puede presumir, y presume. Acudir a Madrid, a un acto en el Instituto Cervantes, para presentar la oferta turística de la ciudad y la provincia que se va a vender en Fitur, y hacerlo con cuatro declaraciones de la Unesco bajo el brazo es algo que pocas ciudades en el mundo pueden permitirse. Córdoba, tras la declaración de Medina Azahara como bien Patrimonio de la Humanidad, sumada a la Mezquita-Catedral, el Casco Histórico y los Patios en el plano inmaterial, tiene mucho para presentar una clara definición de sí misma en la que el patrimonio histórico, cultural y de una estética indiscutible configura una marca que debe dar un sello definitivo a su oferta turística. En la presentación de ayer se recurrió a la plasticidad del festival Flora, experiencia muy reciente pero perfectamente consolidable, y al flamenco --el Consurso Nacional, el Festival de la Guitarra y la Noche Blanca-- como subrayado musical del arte con mayúsculas que debe impregnar cualquier mensaje que lance Córdoba hacia el exterior. Falta avanzar y consolidar en la necesaria modernidad, en la innovación en el atractivo hacia la visión joven o emprendedora de una ciudad que no puede ser un museo, salvo que ese museo sea vivo y pujante. Gastronomía y posibilidad de celebración de eventos en el recién restaurado Palacio de Congresos --esperemos que se agilice la terminación de la segunda fase de la reforma-- completan un panorama que debería ser interpretado con optimismo. En cuanto a la provincia, su patrimonio es igualmente de gran peso, como lo son sus enclaves naturales y sus tradiciones. Todo ello hace un conjunto completo que, a la vez, es necesario dotar de proyección y desarrollar desde el punto de vista profesional para que traiga prosperidad a nuestros municipios. Y un empleo de calidad ahora mismo prácticamente inexistente o muy reducido en los sectores turísticos.

La presencia en Fitur, una de las ferias internacionales de turismo más importantes del mundo, es de nuevo una oportunidad de contactos, negocio y apertura hacia nuevos proyectos, aunque siempre tenga el riesgo de que la oferta se diluya en ese inmenso y variado escaparate y la presencia cordobesa se interprete como una reiteración. Fitur coincide con unos datos sobre estancias en los hoteles cordobeses que caen por primera vez desde el año 2009. Parece que ello no implica caída de visitantes, sino su desvío hacia otras fórmulas, principalmente alojamientos turísticos. Es preciso regular con eficacia estas nuevas formas de alojamiento, para no dar lugar a competencia desleal y también para que aflore la economía en beneficio de todos. Y es preciso consolidar el mensaje de Córdoba, de su definición, de sus objetivos como ciudad turística y cultural al margen de factores circunstanciales o de oportunidad. Córdoba fortalece su imagen en Fitur, y debe seguir reforzándola.