Todos los grupos políticos del ayuntamiento de Córdoba se han puesto de acuerdo en decirle a los cordobeses cómo deben viajar. Incluso el partido que se autodenomina «liberal», Ciudadanos, ha votado con los intervencionistas -por la izquierda, PSOE; por la extrema izquierda, IU y Ganemos; por la derecha, PP, y por la extrema derecha, UCOR- a favor del lobby del taxi y en contra de abrir el mercado del transporte urbano de viajeros a Cabify y Uber.

Como quizás muchos cordobeses no sepan cómo funcionan Cabify y Uber les cuento mi experiencia del pasado fin de semana en Madrid. En la capital de España cabe bajarse al móvil programas apps para contratar cualquiera de estos servicios. Con la de Cabify, por ejemplo, usted elige el punto inicial y el de destino del trayecto y la aplicación le indica el precio de la carrera, así como le da la opción de elegir distintos tipos de coche, del más básico al executive pasando por el ecológico. Cada uno a distinto precio pero siempre cerrado, así como el tiempo que tardará el coche en llegar a donde está usted. También cabe la posibilidad de que usted tenga prisa y prefiera coger el taxi que justo en ese momento pasa por su lado en la calle. En cualquier caso, la decisión de contratar el servicio de transporte con distintos tipos de coche con conductor, taxi o Cabify, será suya y no del burócrata de turno o el político «capturado» por el lobby más insistente. De media, cada carrera que finalmente he realizado en taxi me ha salido un 25% más cara que si la hubiese hecho en Cabify, donde también hay mejores coches y mejor servicio (uno escucha la música que quiere y no la que le apetece al taxista que le toca en suerte).

Como en el caso de la limitación de los horarios comerciales, los políticos del ayuntamiento de Córdoba se han plegado a una ideología obsoleta de mercados intervenidos y a favor de un grupo de presión poderoso, con capacidad de protestas masivas y escraches intimidatorios (hay veintisiete taxistas en Sevilla investigados por la Guardia Civil por la quema de varios coches de Cabify). De los notarios a los taxistas, España (y Andalucía ni les cuento) sufre de un exceso de regulación parasitaria que estrangula la economía, impide la innovación tecnológica, cortocircuita la creación de empleos y, sobre todo, empobrece a los ciudadanos. Porque una mayor competencia por parte de las nuevas plataformas tecnológicas lleva a una mejora en el servicio y a una bajada de las tarifas, lo que a su vez conduce a que más personas puedan hacer uso del transporte en coches en lugar de los autobuses, con lo que finalmente los servicios del taxi, Cabify o Uber, no tienen por qué ser sustitutivos sino complementarios.

El sector del taxi goza de un monopolio que quizás estaba justificado hace lustros, como el de Telefónica, pero que la emergencia de nuevas tecnologías ha hecho que sea ineficaz e injusto. Sobre todo, teniendo en cuenta la próxima aparición en el mercado del transporte guiado por la inteligencia artificial, que pondrá contra las cuerdas a la misma profesión de conductor (la generación que está naciendo ahora seguramente no tendrá que aprender a conducir, salvo para participar en la Fórmula 1 y las 500 millas de Indianápolis). Desde que el PSOE liberalizó en 2009 el sector de la conducción de coches, con una ley que daba libre acceso a las actividades de servicios, el monopolio de los taxis está puesto en cuestión. Aunque el PP enmendó la ley en 2015 para tratar de volver al pasado, ya se sabe cómo son los conservadores a la hora de favorecer el mercantilismo y el capitalismo «de amigotes», dejó la puerta abierta para que cada comunidad autónoma con atribuciones en la materia pudiera implementar medidas más liberales. Y de ahí la petición de los grupos del Ayuntamiento de Córdoba a la Junta para que no emita más licencias a empresas como Cabify, en lo que supone un ejemplo paradigmático de «casta extractiva» que legisla contra el bienestar objetivo de los ciudadanos.

En una reciente entrevista, el economista Daron Acemoglu, célebre por su libro Por qué fracasan los países, comenta que «España rinde por debajo de sus posibilidades» y cita como causa: «No es una coincidencia que a España le falte un sector de alta tecnología, o de manufacturas o de servicios de alto valor añadido, y que no sea capaz de generar los suficientes empleos para evitar el desempleo juvenil porque estos son los más vulnerables a la hora de buscar trabajo». Aplicándolo a nuestra capital, no nos extrañemos de que con estos políticos municipales conspirando contra la innovación y el progreso, pero a favor de los privilegios espurios y los grupos de presión montaraces, Córdoba rinda por debajo de sus posibilidades.

* Profesor de Filosofía