Una de las mayores fortalezas que tiene Córdoba es su vinculación con el caballo. Desde aquí salieron los mejores caballos y mulas de la Bética; cuando Córdoba fue la capital del mundo, el árabe con su sensibilidad consiguió un caballo hermoso, ágil y veloz; durante los arriesgados tiempos de «frontera» (cristiano-nazarí) Córdoba se erigió en la principal ciudad desde donde se operaba la intendencia de caballos resistentes y valientes (y otros enseres); fueron afamados sus caballos guzmanes y/o valenzuelas; en nuestra ciudad, Felipe II creó sus Caballerizas Reales y en el crisol de Córdoba don Diego López de Haro fue hacedor del «caballo andaluz»; más tarde (1847) por ser donde existían los mejores y mayor abundancia de caballos, se creó la Escuela de Veterinaria (hoy Facultad de Veterinaria) único centro universitario de estas características del Sur de España; en Moratalla se constituyó la primera yeguada nacional (militar), y siempre los ganaderos, jinetes y caballos cordobeses gozaron (y siguen gozando) del reconocimiento del mundo ecuestre. Y bien, si cualquiera de estas acciones por sí misma resultan suficientes para poner el caballo cordobés en el mundo, el cúmulo de estas actuaciones, hacen sin duda de Córdoba su capital del caballo.

Personalmente conozco Saumur (Francia), donde gracias a su Escuela Nacional de Equitación y le Cadre Noir vive prácticamente del caballo; Newmarket, Suffolk (Inglaterra) cuya economía y bienestar de sus habitantes giran alrededor de la cría y venta (subastas) del pura sangre inglés, o Lexington, Kentucky (USA), en este caso todo a lo grande, que también encuentra su principal fuente de riqueza entorno al caballo. Otros lugares donde obtienen un buen pellizco de sus recursos proporcionados por el caballo son Deauville (Francia) con sus temporadas de competiciones (saltos y carreras) ecuestres, o Viena (Austria) mediante la explotación de su cada vez más reconocida Escuela Española de Equitación, y Jerez u otras ciudades europeas que también saben aprovecharse de la industria del caballo.

Si estas ciudades han sabido sacar provecho de su situación respecto al caballo, por qué Córdoba, cuyo cúmulo de títulos la sitúa a la cabeza de todas, no toma buena nota de algunas de aquellas iniciativas para que nuestros líderes políticos, sociales y ecuestres, agudicen el ingenio, expriman una situación tan favorable y pongan definitivamente a Córdoba en el lugar que por méritos en el mundo del caballo le corresponde y merece. Desde luego que estamos hablando no solo de una consideración honorífica, que también, sino de obtener riqueza, propiciada por su situación histórica, científica y cultural, así como por los buenos ganaderos, caballos, jinetes y aficionados cordobeses existentes.

Con estos precedentes, pienso que es hora de dejar los cohetes de artificio, tomarnos en serio esta fortaleza nuestra e invertir decididamente en el sector. La locomotora de la explotación de este prometedor proyecto, sin duda, han de ser por su historia y trascendencia nuestras Caballerizas Reales. De este modo, el edificio que alojó a los caballos padres que generaron al caballo andaluz, ha de ser ahora utilizado como núcleo emblemático desde donde irradiar su influencia al resto de la ciudad y hacerlo extensivo a la propia provincia.

Las Caballerizas Reales, además de organizar espectáculos y exhibiciones ecuestres, debe llenarse plenamente de contenido hípico, desarrollar un ambicioso plan museístico y documental, e instalar allí los órganos rectores desde donde se organice el aprovechamiento de una situación histórica, científica y cultural tan favorables. El objetivo de esta futura movida no es otro que obtener riqueza, es decir beneficios en forma de empleos (obtenidos mediante oficios específicos y complementarios) de eventos, de ventas, transacciones, así como obtener un incremento del turismo, y sobre todo lograr la difusión nacional e internacional de Córdoba.

Como complemento al desarrollo del proyecto, podemos contar con los terrenos e instalaciones de la antigua «granja del estado» (perteneciente a la Junta de Andalucía), situada en Alameda del Obispo (otro enclave histórico), que actualmente resulta de poca utilidad para sus anteriores fines, por lo que pueden ser rentabilizados mediante un mejor aprovechamiento. Estas instalaciones podrían convertirse en un amplio complejo hípico, donde tengan cabida la realización de todas las modalidades deportivas ecuestres. Y en la provincia, en dehesas y otras explotaciones, se debe mantener y fomentar la cría caballar de calidad.

¡Ah!, eso sí, el desarrollo de esta iniciativa siempre ha de estar aderezado con la presencia de caballos como principales protagonistas de estos eventos. Caballos andaluces, los mejores para la silla, que demuestren día a día su hegemonía para la doma, e incluso caballos hispanoárabes exhibiéndose en actuaciones de doma vaquera que tan nuestra y plástica resulta, visitas a dehesas con hermosos caballos galopando, o enganches exhibiendo carruajes constatados que a su paso por sí mismos ofrecen un espectáculo.

Desde luego que la puesta en marcha de este proyecto debe contar con importantes inversiones por parte de las administraciones local y autonómica, sin descartar otras aportaciones públicas y/o privadas. No obstante, su financiación ha de ser ideada con vistas a su posterior pervivencia, pues tan solo la rentabilidad de un proyecto hace estable y perdurable una inversión. Así pues, todos debemos empujar, especialmente los cordobeses hípicos, en el logro de este empeño que nos permita hacer de una vez por todas a Córdoba la capital del caballo.

* Veterinario