El Día Internacional de las Cooperativas de 2020, que como cada año se celebra el primer sábado de julio, tiene como lema «Las cooperativas y la acción por el clima», en apoyo del Objetivo 13 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU.

El cambio climático está causado por acción humana, premeditada, pero inconsciente e irresponsable, cuando el circuito económico gira en torno a inversión-beneficio y utiliza los recursos naturales, todo lo que tiene a su alcance, al servicio de su interés. De tal forma que la producción, el trabajo y el consumo quedan subordinados al beneficio, dejando como resultado la explotación de las personas, como trabajadoras y como consumidoras, y de la naturaleza, con la contaminación de suelos, agua y aire, la destrucción de hábitats y el calentamiento, que tienen un impacto negativo en la economía y repercuten gravemente en la vida y la salud de las personas.

Pero esta forma de entender la economía también moldea nuestros estilos de vida, hábitos de consumo y genera y acrecienta enormes desigualdades.

El planeta se enfrenta a una situación de deterioro de su propio hábitat, que, agravado por la pandemia, ha colocado a nuestra especie en una encrucijada que exige utilizar la inteligencia para recuperar su armonía con todo el sistema ecológico del que formamos parte. Una cosa tan pequeñita como un virus ha puesto patas arriba todo el sistema económico mundial.

Aunque a nivel de los estados, con importantes disidencias, se trabaja para abordar el cambio climático, como el Acuerdo de París de 2015, estudios de las propias Naciones Unidas destacan que somos las sociedades las tenemos a nuestro alcance soluciones viables para poder tener una actividad económica más sostenible y respetuosa con el medio ambiente. En ello, la conciencia y la acción individuales son fundamentales, constatándose que el cambio de actitudes se acelera a medida que más personas recurren, por ejemplo, a la energía renovable y buscan soluciones para reducir las emisiones.

Esas conciencias individuales impulsan acciones de cooperación, que llevan a la proliferación de pequeñas comunidades que se organizan para hacerle frente a la devastación capitalista, bajo lemas como «no defendemos la naturaleza, somos la naturaleza que se defiende» y existen multitud de ejemplos de cooperativas que mediante la acción colectiva ponen en marcha proyectos de energías alternativas, consumo responsable, comercio justo, viviendas compartidas por mayores, alternativas a las residencias, y familiares, sanidad, trabajo autogestionado, etcétera, desempeñan un papel muy activo compartiendo los valores cooperativos. Labor del movimiento cooperativo demostrada también por la pandemia del covid-19 en todo el mundo.

Aunque, a veces, su fórmula es instrumentalizada y existen falsas cooperativas, que se utilizan para eludir la legislación laboral o aprovechar determinadas ventajas fiscales o de otro tipo. Las verdaderas cooperativas (propiedad de sus socios, gestionadas democráticamente, donde los resultados se distribuyen en proporción a la actividad desarrollada, no al capital aportado), representan un modelo económico alternativo al capitalista, basado en principios y valores de vigencia universal, que colocan a la persona y sus necesidades por encima de la producción, por sí, y de la obtención del beneficio económico.

Su actividad económica está vinculada a un territorio y a los intereses sentidos y compartidos por sus socios. «Las cooperativas trabajan para el desarrollo sostenible de sus comunidades a través de políticas aprobadas por sus miembros».

* Profesor de la Universidad de Córdoba