Hondura analítica, precisión expositiva, refulgente dialéctica. Tales fueron los elementos vertebradores de la larga apología de las tesis defendidas por el gremio de los taxistas en su reciente conflicto, a propósito de la competencia protagonizada por Cabify, llevada a cabo por un joven conductor autónomo de la ciudad en que habita el anciano cronista.

Este, en verdad, quedó deslumbrado por los acuciosos planteamientos de lucha de clases y antagonismo social que latían en el basamento de la interpretación del barbudo y muy simpático taxista, retrotrayéndolo por un instante a otros tiempos de su vida universitaria, transcurrida en buena parte en la asistencia, de ordinario silente y contemplativa, de asambleas y mítines airados contra una burguesía capitalista «opresora del proletariado». El combativo interlocutor del articulista respondía en todo a la etopeya de un líder carismático por su desenvoltura doctrinal y agudeza retórica. Desconoce aquel si su colocutor pertenecía a algún sindicato de raigambre tradicional, aunque más bien semejaba alinearse en posturas abiertas, tan del gusto de los dirigentes obreros más acendrados de nuestra muy tensionada historia contemporánea. En todo caso, era claro que su atrayente personalidad se encontraba tallada en la roca más dura y burilada del liderazgo proletario de ascendiente y reminiscencias de la más pura ortodoxia marxista. Pese a lo extenso de la conversación, el cronista no pudo indagar en detalles claves de su formación, que, en el terreno literario, se manifestaba muy notable, como reflejase su rendida admiración por la obra del gran maestro del mejor castellano del siglo XX, Miguel Delibes, naturalmente. De cualquier modo, su paralaje cultural se evidenciaba amplio y envidiablemente trabado.

Al final de su servicio, el taxista anunció a su cliente que la lucha a favor de los derechos de su gremio no había hecho más que empezar. La coyuntura hodierna no representaba a sus ojos más que una tregua hasta la concienciación generalizada de la imperiosa necesidad de resistir la «agresión» de las grandes compañías internacionales. El destino dirá... Pero, entretanto, el articulista experimenta una viva satisfacción al haberse enriquecido, desde los antípodas ideológicos del joven taxista, con el despliegue de un talento de rara visibilidad en la átona y tópica colectividad que hoy presenta el discurrir de un pueblo adornado antaño por cualidades y virtudes que suscitaron una bien merecida admiración en sus conocedores de mayor perspicacia y aquilatamiento.

*Catedrático