El estudio de la contradicción ocupa un lugar relevante en el ámbito de la Filosofía. En su libro Breve historia de la paradoja, dice Roy Sorensen que «los filósofos consideran el principio de contradicción como la regla general del debate. Una vez que se lleva al adversario a incurrir en una contradicción, está obligado a darse por vencido». Cita a Hegel y su consideración de que no es menoscabo encontrar contradicciones, pero él piensa que, de permitir las contradicciones, «no se podría criticar a nadie con un fundamento racional». También Wittgenstein, en el Tractatus, al hablar de las condiciones veritativas de las proposiciones dirá que «la contradicción no es verdadera en condición alguna». Desde un punto de vista coloquial, las contradicciones están presentes en nuestra vida cotidiana, es frecuente escuchar la expresión de que debemos asumir nuestras contradicciones, aunque algunas son aparentes, solo existen a los ojos de quien nos analiza, y también existen las falsas contradicciones, entre las cuales no me canso de hacer referencia a la que era presentada como auténtica: resultaba contradictoria la condición de antifranquista con ser madridista, algo que el tiempo ha demostrado ser falso, pero por ello muchos tuvimos que soportar críticas durante algún tiempo.

La contradicción podemos verla presente cuando no utilizamos una misma vara de medir ante fenómenos similares. Así, no se comprende que el Partido Popular recurra de manera permanente a la necesidad de que las víctimas de ETA tengan reconocimiento, algo con lo cual todos estamos de acuerdo, y sin embargo no asuma la necesidad de que a las víctimas del golpe de estado de 1936 y de la dictadura se les aplique el mismo criterio, empezando por localizar las fosas y devolver los cuerpos a los familiares que lo soliciten, con lo cual acabaríamos con una situación vergonzosa para una sociedad democrática. Otro ejemplo del mundo de la política lo pudimos ver en la intervención de Gabriel Rufián durante el debate de las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado. El representante de ERC dijo que no querer a la derecha «no es un veto» sino autoprotección, y defendía que no querían estar con ella en «ninguna ecuación» (sin tener en cuenta que, desde una perspectiva matemática, las ecuaciones tienen resolución). Además se permitía advertir a los miembros de Unidas Podemos para que no transigieran «con quienes están a su derecha». Y quien esto afirmaba representa a un partido que en Cataluña gobierna con la derecha, nacionalista pero derecha, aunque cada cierto tiempo cambie de nombre. También sorprende que nadie le llamara la atención acerca de este hecho, de esta contradicción, que supongo justificará por los intereses superiores de su nación, es decir, lo mismo que a veces argumentan los nacionalistas españoles, pues tanto unos como otros recurren a los esencialismos cuando no tienen razonamientos.

De un grado parecido, o superior, es la contradicción de Unidas Podemos, pues por un lado su líder presenta los presupuestos junto al presidente del Gobierno, fruto de un acuerdo del Gobierno de coalición, y luego se deja caer con el apoyo a una enmienda al proyecto de ley junto a otros grupos parlamentarios. Se ha hablado de deslealtad, también se podría pensar que en Podemos siguen instalados en aquel viejo principio de llevar a cabo una agudización de las contradicciones, algo que en su momento surgió como crítica a las posiciones socialdemócratas, dado que estos no se enfrentaban con suficiente rigor al capitalismo. En términos leninistas, aunque aplicados de otra manera, esta práctica responde a un izquierdismo infantil. No quiero pensar en algo que va más allá de la contradicción, pues sería perjudicial no para el gobierno, sino para la izquierda.