Siendo niña vi la película Papillon. Esta película, basada en la novela autobiográfica del mismo título, de Henri Charriere, cuenta las experiencias de este hombre que estuvo preso en la Guayana Francesa por un crimen que no cometió y sus intentos de fuga hasta que por fin lo consiguió.

Es curioso que a pesar de las escenas tan duras de la película, la que más me impresionó y la que impactó con fuerza en mi psique, fue esa en la que varios presos, incluidos Henry, andaban alrededor de una gran piedra mientras proferían sus rezos en el sentido de las agujas del reloj. Henry, en un momento dado, comienza a andar en el sentido contrario, provocando el disgusto del resto de presos que le increpan por ello y le sujetan para que camine en el sentido correcto para ellos, el único aceptable. Lo ven como un loco irresponsable y peligroso por contradecir el comportamiento establecido en los demás presos, una amenaza para sus creencias religiosas.

Así me siento hoy en día, que voy contracorriente, porque me paré a analizar la información contradictoria que me iba llegando por los medios de comunicación tradicionales. La manipulación de los medios de comunicación y de los políticos en sus discursos es tan evidente, tan de manual de propaganda de Joseph Goebbels, que me ha sido imposible aceptar o creerme el relato oficial, lo que hubiera sido lo más cómodo para mí. El problema es esa condición mía que lo analiza todo, que capta los detalles, identifica las mentiras y reconoce la perversión y maldad de ciertos elementos pertenecientes al género humano. También les digo que no tengo ningún mérito por ello o que goce de ningún súper poder, es demasiado evidente, cualquiera con un mínimo esfuerzo llegaría a las mismas conclusiones.

Es por ello y porque nunca fui partidaria de la filosofía de Confucio respecto a lo de los tres monosabios, que se tapan ojos, oídos y boca, aconsejando ignorar el mal en todas sus manifestaciones para no ser juzgado y sin permitirse expresar la insatisfacción aceptando la injusticia y falsedad, que sigo observando y escuchando atentamente y que no me callo cuando tengo que decir que "El rey va desnudo".

Ir contracorriente significa que te tachen de rebelde sin causa, cabra loca, irresponsable, negacionista, egoísta, inhumana, paranoica, absurda, polémica e incluso de pretender llamar la atención por una cuestión egocéntrica o narcisista. Cuando me colocan esas etiquetas quienes ni siquiera me conocen, quienes nunca se atrevieron a nadar contracorriente, quienes nunca se molestaron en informarse más allá del dogma establecido, sinceramente, me la repampinfla.

La libertad se consigue cuando cuestionas y desafías lo establecido, cuando no admites las injusticias. Si tienes que taparte la nariz para saltar desde un precipicio a un mar lleno de tiburones para conseguirla, saltas, al igual que hizo Henry Charriere para escapar de su prisión. Ese será el único orificio que tape, no será mi boca, oídos ni ojos, no quiero permanecer ciega, sorda y ni mucho menos muda, así que vuelvo a decirlo bien alto "El rey va desnudo".

* Escritora y consultora de inteligencia emocional