Los actos solemnes de conmemoración del 39 aniversario de la Constitución Española se celebran en un entorno difícil marcado por la crisis catalana, por las elecciones del 21-D y por las decisiones judiciales, aunque el respaldo a la Carta Magna y a lo que significa para la convivencia se ha hecho más sólido en el último año y hay una mayor serenidad y confianza en las instituciones. La aplicación del artículo 155 en Cataluña, que podría calificarse casi de experimental, parece estarse enfocando con acierto por un Gobierno que de momento está administrando con prudencia el apoyo recibido de PSOE y Ciudadanos. Y, aunque las ausencias anunciadas para de hoy son más amplias que en años anteriores (pese a que esta vez Podemos se incorporará al acto oficial), no ofrecen más novedad que la repetición del desafecto de los representantes de las autonomías históricas hacia el Estado y, en un nivel menos representativo, hacia la figura del Rey. La Constitución de 1978 mantiene su fortaleza en este aniversario en el que crece el debate sobre la necesidad de su reforma, no solo en el aspecto territorial, aunque este sea el más determinante en estos momentos. Quizá los españoles deberíamos sentirnos ya seguros de nuestro marco democrático y no temer a reformas, siempre que estas no sirvan para marcar privilegios territoriales, sino para ajustar y modernizar el texto legal a las necesidades actuales y futuras de los ciudadanos.