Algunos profesores suspenden a sus alumnos mucho más que otros, independientemente de la dificultad de la materia y del esfuerzo de los alumnos. ¿Por qué ocurre eso?

Hay una teoría rondando por las aulas según la cual un profesor aumenta su prestigio si suspende a un elevado porcentaje de alumnos, un fenómeno "irracional" que el profesor e investigador André Antibi descubrió en un estudio desarrollado en Francia, y que ha bautizado como "constante macabra". Aparentemente, la "constante macabra" no es popular entre las asignaturas más fáciles, las denominadas "marías", ni tampoco en Formación Profesional; además, este fenómeno no está generalizado en todos los países. Según Antibi, dicho fenómeno se reproduce entre los profesores españoles, algo que nos consta, y destaca la idea de que sin tenerlo en cuenta será difícil encontrar una solución al fracaso escolar, porque los suspensos de muchos alumnos son artificiales en realidad.

Si echamos un poco la vista atrás, a todos nos resultarán familiares determinadas exigencias para aprobar una asignatura: exámenes deliberadamente complejos, preguntas larguísimas, absurdas limitaciones de tiempo y espacio, o calificaciones a veces por encima del diez o por debajo del cero; todo ello son, según Antibi, manifestaciones de "la constante macabra". Estas prácticas tienen una consecuencia directa sobre el rendimiento de muchos alumnos, que se sienten desmotivados y pierden la confianza en su esfuerzo y, por lo tanto, acrecientan el problema del fracaso escolar.

Un grupo de profesores franceses y españoles, pertenecientes todos a la Universidad de Santiago de Compostela, están experimentando con sus alumnos un método para paliar el efecto de la "constante macabra", lo que ellos denominan "sistema de evaluación por contrato de confianza". Con este método, una semana antes del examen, el profesor selecciona una serie de cuestiones que resumen la materia de la asignatura y entrega una lista a los alumnos, con la advertencia de que las preguntas del examen saldrán de esa lista. Podría parecer que con esto se le está regalando el aprobado al alumno y que tendría un efecto negativo sobre su rendimiento. Los resultados del experimento dicen, sin embargo, lo contrario. Los alumnos trabajan más antes del examen para comprender cuestiones que se le plantean en clase --a veces más difíciles que las de la lista--, porque saben que, entre ellas, está el contenido de su prueba.

Esos resultados positivos no quieren decir que con este método vayan a eliminarse los suspensos; en realidad, sigue habiendo alumnos que no llegan al cinco. La diferencia radica en el hecho de que estos suspensos ya no se pueden calificar de artificiales, aparte de que el profesor puede así detectar la causa del fracaso escolar.

El profesor Antibi, autor también del libro La Constante Macabra , que en Francia obtuvo un enorme éxito, lleva más de veinte años siguiendo este fenómeno, que al principio, como nos ocurre a todos, lo encontraba algo natural, tal vez acostumbrado a la antigua mentalidad educativa, la misma que yo experimenté, aunque no sufriera sus crueles efectos. Con esa mentalidad anticuada, la educación termina por convertirse en un simple proceso de selección de los mejores y, lo que es peor, en un sistema que elimina y deja fuera de la sociedad a los que no superan una barrera.

Es obvio que un sistema educativo serio tiene que promover la disciplina y el esfuerzo de los alumnos para aprender, pero debe contar con estrategias flexibles, que evidentemente requieren más trabajo por parte de todos, para superar ese simple objetivo de clasificar a los alumnos ente listos y torpes, trabajadores y vagos. Sería más rentable para el conjunto de la sociedad que nuestro sistema educativo no terminara con el abandono de los individuos que no alcanzan un nivel, sino que ofreciera un abanico de posibilidades de forma que cada uno, según su inteligencia innata, y también según su capacidad de trabajo y de sacrificio, acabara encontrando su sitio.