No hay duda de que en el siglo XX se inició el siglo del conocimiento que ha continuado hasta nuestros días. En 1908 se publicó el primer volumen de la que iba a ser la mayor enciclopedia en lengua española, la Enciclopedia Espasa Calpe, que en los veinte años siguientes publicó 72 volúmenes, seguidos los tres años siguientes por 8 volúmenes de Apéndices completando la información de los volúmenes anteriores, a los que hay que añadir hasta 2004 los 38 volúmenes de Suplementos bianuales y los 8 volúmenes de Complementos (atlas, etc.), haciendo un total 126 volúmenes de 180.000 páginas, 210 millones de palabras, 107.000 ilustraciones y 5 millones de citas biográficas. Los años sesenta y setenta del siglo pasado hubo también un boom de enciclopedias de todo tipo. Vendedores ambulantes llegaron a nuestra ciudad promocionando las más variadas enciclopedias , ofreciendo atractivos regalos a los que las comprasen, como el que ofrecía un vendedor de la Enciclopedia de Arte (10 vols.): una sartén. Se vendieron: Enciclopedia Larousse (10 vol.), Historia de la Música (5 vols.), Conocer el Mundo (16 vols.). La Unesco también publicó su enciclopedia Historia de la Humanidad (12 vols.). Con este noble deseo de ampliar los conocimientos del pueblo, los principales periódicos empezaron a regalar suplementos coleccionables que completaban una de Historia Universal (10 vols.), una Historia de España (6 vols.) y una Enciclopedia El País (18 vols.).

Reunir este inmenso mar de conocimientos en un mueble, ocuparía toda la pared de una habitación grande, sin embargo, hoy todo este conocimiento, multiplicado por mil, está en el bolsillo del pantalón de cualquier chiquillo o la chaqueta de cualquier niña, basta apretar un botoncillo del móvil y tiene a su disposición 1.509.781 artículos de Wikipedia que ya consultan cada mes 579 millones de personas de habla hispana.

Realmente, no podemos negar que estamos en los siglos del conocimiento, pero a la vista de la disponibilidad casi universal del conocimiento, la pregunta que necesariamente se plantea es la siguiente: ¿con todos estos conocimientos al alcance de todos, sabemos más, somos más sabios? Desgraciadamente, viendo el mundo como está hoy, la respuesta es, no, porque hemos confundido el conocer con el saber. Conocer es captar la singularidad de una realidad concreta, material o no material, como distinta de todas las otras, lo que me puede llevar a su aceptación o rechazo; saber es el resultado de un esfuerzo personal de reflexión que me explique el por qué, de esta aceptación o rechazo. El aumento de los conocimientos no exige ningún esfuerzo, basta abrirse a los estímulos llegados del exterior, por ejemplo abrir una enciclopedia, apretar el botoncito del móvil o escuchar al predicador de turno; el aumento del saber supone, por el contrario, un esfuerzo intelectual de reflexión crítica y el desarrollo de conclusiones personales sobre el tema.

La repetición de un mismo conocimiento puede llevar a la aparente conclusión que se ha adquirido un saber. El perro conoce a su amo y la repetición de este conocimiento nos lleva a la falsa conclusión que el perro «sabe» quién es su amo. Así la repetición de un slogan falso por un hábil orador, sea un gurú religioso o un dictador político, puede llevar a sus oyentes a creer que saben lo que es la Verdad o lo que es bueno para el pueblo. Hitler impartió machaconamente el falso conocimiento de la maldad del pueblo judío como causa de todos los males del país, y el pueblo alemán llegó a creer que finalmente sabía cuál era la causa de sus males; Franco impartió el falso conocimiento del peligro «judeo-masónico-comunista» y muchos españoles, sin el más mínimo esfuerzo de reflexión personal, creyeron saber el por qué de una terrible guerra civil.

Los conocimientos son imprescindibles como materia prima con la que construir los saberes. El pensamiento crítico no puede basarse en conocimientos falsos, pero la mera acumulación de conocimientos no nos hace más sabios. Hoy conocemos los efectos del cambio climático, vemos y conocemos la aparición en la política de nuevos movimientos populistas, xenófobos y nacionalistas, conocemos la tragedia del hambre en el mundo, conocemos el movimiento imparable de las migraciones, conocemos los problemas del paro y la lacra de la violencia de género, conocemos los retos de las nuevas tecnologías, pero ¿sabemos cómo hacer frente a todos estos retos? Los políticos y los medios de comunicación nos atiborran diariamente de conocimientos, pero ofrecen muy poco pensamiento crítico sobre las causas reales de estos problemas y las posibles soluciones a los mismos y mientras tanto, el sistema educativo carga a los alumnos de conocimientos y minusvalora aquello que les ayudaría a aprender a pensar de forma crítica: las humanidades. La acumulación de conocimientos puede hacer un erudito, pero solo la acumulación de saberes hace al sabio.

* Profesor