La biografía de Carmen Calvo Poyato impresiona. Jurista, doctora en Derecho Constitucional, profesora, política, ministra de Cultura, comprometida con la causa feminista y la igualdad. La biografía de Irene Montero Gil es más escueta sin duda por causas de edad: licenciada en Psicología, máster en Psicología de la Educación, becaria en formación del profesorado universitario, política. ¿Cuáles son los puntos de confluencia entre personas con trayectorias tan dispares, aparte de su supina incultura lingüística? Sin duda, la común osadía del ignorante. No les importa no tener estudios de Filología, ni de Lingüística comparada, ni de Gramática histórica, ni de Etimología o de Semiótica/Semiología. Ni no haber leído al padre de la Lingüística moderna (no obsoleta ni tradicional) Ferdinand de Saussure, ni las teorías de la Gramática universal del lingüista, filósofo e intelectual progresista Noam Chomsky acerca de la predisposición a la adquisición primigenia del lenguaje desconectada del ambiente o de las influencias externas. Es de suponer que desconozcan la diferencia entre sistema, norma y habla del filólogo y lingüista Eugen Coseriu. Todos autoridades de la ciencia lingüística reciente, investigadores del fenómeno de la comunicación, a quienes habría que añadir españoles prestigiosos como Alarcos Llorach (autor de la posiblemente mejor gramática actual, en la que empleó diez años de trabajo), Dámaso Alonso, Samuel Gili Gaya, y tantos otros. Calvo y Montero comparten, así pues, la osadía de la ignorancia, además, claro está, del uso torticero de una preocupación noble y justa que, a fuerza de retorcerla con intencionalidad política, ensucian así sea en aras de la buena intención. Causa vértigo asistir al deprimente espectáculo de la necedad de nuestros profesores, de la falsedad de los sesudos tratados que estudiamos, de los años que perdimos en la universidad, por eso bienvenida sea la lección que nos dan Calvo y Montero aclarándonos que una ciencia como la Filología no es sino un grotesco intento de enmascarar el uso sexista de la lengua. Por cierto, voz ya es de género femenino, no era necesario decir «portavoza».

@ADiazVillasenor

* Profesor