En un concurso de belleza preguntaron a una candidata quién era Confucio. La joven respondió, el inventor de la confusión. Ella, evidentemente, estaba confundida, o sumamente ignorante, pero quizás todos podemos sucumbir ante la confusión de ideas, proyectos, personas, rutas, en una sociedad de tantos cambios. En el siglo V antes de Cristo, el filósofo Heráclito decía que los cerdos gozan más en el fango que en agua limpia. Los cerdos no se confunden, saben lo que quieren, pero los humanos, dotados de inteligencia, aprendieron que cuanto peor, mejor. Esa sencilla reflexión, que no supo exponer Mariano Rajoy, pero que todos entendimos.

La política local cuando se decide en foros lejanos al tuyo puede caer en una suerte maquiavélica donde lo importante pueda ser secundario y lo miserable se coloque en primera línea de fuego, usando a personas atrevidas, a ideas torticeras, a falsos perfiles en redes sociales creados en laboratorios políticos, y extender la confusión. Ciertamente, es una técnica peligrosa, pues quien juega con fuego se puede quemar. Pero no demos tres cuartos al pregonero, ni crédito al postureo, más bien, ser sumamente prudentes y educados, y sembrar trabajo y moderación, que la sociedad distingue a los oportunistas vacuos de los honrados trabajadores, aunque se puedan equivocar, e incluso reconocer los errores.

La tentación del camino del medio no vale en política, ejemplos recientes tenemos a nivel nacional y regional. Solo son válidos los proyectos sustentados en mayorías estables, ideas coherentes y prioridad a la justicia social que a los intereses de grupos de élites, que están enseñando la patita por debajo de la mesa. La extrema derecha y aliados van gritando por los campos que viene el lobo. Cada vez que la sociedad española avanza en una dirección de progreso, gritan, gesticulan, sacan divinidades y banderas. Por favor, un poco de sosiego y no creen más confusión.

* Historiador