Nos toca estar en casa. Todos a estas alturas ya sabemos más o menos el por qué. El tiempo como siempre que pone a cada uno en su sitio nos dirá si la manera de prevenir y afrontar esta pandemia ha sido la correcta y oportuna. Desde luego nadie olvidará la celebración de 8M de este año en plena expansión del Covid-19. Y es lógico que los ciudadanos además de sufrir al virus y sus medidas de contención pongamos a la luz de nuestras propias emociones y de la razón la situación en la que todos nos encontramos. Entre otras cosas porque el éxito personal, familiar y social de este confinamiento depende en gran medida del equilibrio entre nuestra parte lógica y la emocional. Y además porque es un derecho y hasta un deber ciudadano en democracia tomar partido, aunque sólo sea en su análisis, de las circunstancias que afectan a nuestros derechos, en este caso a esa limitación de movimiento. Ese compromiso con el confinamiento como una medida de civismo y solidaridad y de manera general está siendo secundado por los cordobeses. Pero como decimos todo confinamiento tiene esa parte de introspección. Esa mirada intramuros que tal vez hemos distraído por esa vertiginosa vida social, laboral y hasta personal que tanta energía y atención nos demanda fuera de ese interior desde donde nacen los pensamientos más genuinos, más nuestros, más fidedignos. Y al final, por esa suerte de misterio del alma humana todo lo que acabamos experimentando todos pasa a nuestro subconsciente colectivo, tal vez para curarnos o enfermarnos juntos en ese destino común que todos compartimos como especie humana. Quizá, por esa economía a la vez tan humana de utilizar la adversidad como conocimiento del cambio hacia lo positivo, podamos encontrar aquello que quizá olvidamos o distrajimos y todo lo bueno que podamos conquistar de cuestionarnos a nosotros mismos y nuestro estilo de vida.

* Mediador y coach