Dicen que asesiné a muchas personas. Sí; pero no fue en un arrebato de desesperación, o de hambre, o por el efecto de una droga, no; fue por el mandato de una idea, en frío, premeditadamente, porque yo llevaba razón: mi patria, mi historia y mi bandera se merecen esa violencia y prosperaron gracias a ella. Permití que la semilla de la rabia fructificase en mí, y la sembré en el corazón de otros, niños por entonces, como yo había sido niño y otros habían sembrado esa idea en mí, y la cuidé hasta que recogí su bello fruto. Ya sé que fueron muchos muertos inesperados, que no me habían hecho nada; ni siquiera les conocí los rostros, los ojos, las sonrisas; muchos sufrimientos multiplicados en muchos familiares, amigos, vecinos, los maestros que les enseñaron a vivir, los médicos que les ayudaron a crecer. Ya estoy en libertad. He saldado mi cuenta con quienes dicen que maté. Dicen que algún día tendré que saldar esa cuenta con mi conciencia. A veces, en lo más profundo de la noche, cuando no sé si tengo los ojos cerrados o es la oscuridad en la que me envuelvo, veo rostros, oigo lágrimas, pasos, sirenas, gritos, y una lucecita muy lejana se enciende en esa oscuridad y me dice que tal vez hice mal, que por muchas razones que tuviese no debí matar; hasta casi me surge la invitación al arrepentimiento. La última madrugada que pasé en la cárcel algo muy hondo me susurró que sí, que tengo que saldar una cuenta conmigo mismo. No sé. Todo lo que he hecho en mi vida ha sido por el bien de mi idea, por redimir a los que son de mi patria de todo el daño que sufrieron. Porque yo no he matado a nadie; yo solo he seguido la voz de mi conciencia, que desde niño me animó a salvar a tantas víctimas inocentes, hombres, paisajes, hechos. Ahora ya estoy viejo. Lo sé porque se me van olvidando los recuerdos. Ahora estoy solo. Pero la melancolía es cosa de débiles, y los que luchamos por una causa justa no debemos ser débiles. El que es débil elige ser víctima. Sí, tengo saldadas todas las cuentas con el mundo y conmigo mismo. Moriré en paz y dejaré en mi patria la herencia de mi vida. Me he hecho merecedor de una memoria y unos homenajes, muchos homenajes. Por eso sé que otros siguen mi ejemplo. De noche oigo su rumor de cachorros mamando de las ubres de mi idea.

* Escritor