Si alguien quiere conocer cuál podría ser una de las fuentes que ha servido de base para la construcción de los planteamientos de Vox (cuyo líder viene del PP), solo tiene que acudir a los artículos publicados por José María Aznar en el diario La Nueva Rioja en 1979, allí encontrarán críticas a la Constitución, al consenso o al modelo autonómico, contienen expresiones similares a la de «derechita cobarde», y frases como esta: «Que nuestra democracia tiene graves defectos y fallos es un hecho evidente: unos sancionados por una Constitución demasiado ambigua y otros por reiteradas prácticas viciosas de lo que, al modo occidental, se entiende por política democrática». O también: «El [ayuntamiento] de Guernica aprueba por unanimidad retirar la medalla de la villa, así como todos los honores concedidos al anterior Jefe del Estado, que aunque moleste a muchos gobernó durante 40 años y se llamaba Francisco Franco». Son algunas de las abundantes perlas que entonces nos adelantó quien luego aprendería a hablar catalán en la intimidad, y que ahora vuelve a expresar desde su fundación aquellas mismas cosas que mantenía en los inicios de la Transición. No es que haya vuelto aquella derecha, en realidad no se había ido.

En honor a la verdad, debemos decir que Aznar no es el único que ha vuelto por sus fueros, entre personas de mi generación observo (con relativa sorpresa) a muchos que cuando de verdad no existían libertades, en la dictadura, no las reclamaban, y sin embargo ahora parecen sus mayores defensores. Claro que por lo general reclaman una libertad individual, les incomoda la intervención del Estado, tanto como le molestaba a Aznar aquella campaña de la DGT que decía: «No podemos conducir por ti». Y cuando al ya expresidente le concedieron la medalla de honor de la Academia del Vino de Valladolid, en 2007, no dudó en expresar en público: «¿Y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí?». En una cuestión clave como es la seguridad, no solo la individual, sino la de los demás, añadía: «A mí no me gusta que me digan las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber. Déjame que las beba tranquilamente; no pongo en riesgo a nadie ni hago daño a los demás». Las estadísticas de accidentes de tráfico contradicen, antes y después de 2007, esas palabras. E idéntico planteamiento es el que ahora escuchamos acerca de que nadie debe decirnos cuándo y dónde podemos pasear. En definitiva, no es sino el concepto de la derecha de la libertad, aplicable siempre a cuanto afecta a su esfera individual, particular o privada, pero sin preocuparse por su dimensión colectiva, general o pública.

No resulta extraño que Aznar haya expresado su solidaridad con la presidenta de la Comunidad de Madrid, y sobre todo que además de expresarle su envidia le dijera que «la libertad siempre ha tenido muchos enemigos», como si ese fuera el verdadero problema de Díaz Ayuso. Esta, por otro lado, además de ser defendida y justificada por Pablo Casado, ha sido elevada por el mismo a la categoría de «icono» en su manera de afrontar los problemas con la pandemia, e igual que pasaba con las copas de vino de Aznar, no importa que los datos digan lo contrario. En este apoyo decidido, Casado tiene también un antecedente dentro de su propio partido, fue a comienzos de 2008 cuando Rajoy, entonces en la oposición, y cerca de unas elecciones generales, afirmó en una reunión de su Junta Directiva Nacional que el modelo de actuación de los gobiernos autonómicos de Valencia (Francisco Camps) y de Madrid (Esperanza Aguirre) es el que «yo quiero aplicar para el Gobierno de España». Y ya sabemos cuál fue la práctica de ambos ejecutivos. Por tanto, si ahora Casado propone trasladar a toda España el modelo madrileño, espero que al menos a los creyentes Dios los coja confesados.

* Historiador