La Secretaría de Organización de IU de Córdoba ha anunciado un expediente a su única concejala en Adamuz «por haber incumplido el acuerdo provincial que IU suscribió con el PSOE» de apoyo mutuo a la lista más votada para gobernar en los ayuntamientos donde fuera posible. Los partidos políticos son necesarios para el mantenimiento del sistema democrático pues su falta nos retrotrae a los tiempos de Franco, a esa dictadura cruel que empezó en 1939 y que, afortunadamente, se acabó hace 40 años, aquel totalitarismo que algunos partidos de derechas todavía no han condenado y que se sentía protegido bajo el palio de la Iglesia católica. Fueron precisamente los partidos políticos -el socialista y el comunista- quienes posibilitaron que España volviese al diálogo de la Transición. Y ahora vivimos en esa fórmula democrática en la que los partidos políticos llevan la vara de mando. Aunque la ciudadanía tiene claro para qué tipo de elección tienen valor las siglas del asociacionismo político. Para la generales no hay problema, porque quienes se presentan los conocemos solo a través de los medios de información. Y para las regionales, otro tanto. Sin embargo los votos en un pueblo, o en una capital como Córdoba, suelen ser harina de otro costal. La supermayoría de Anguita en las elecciones municipales de 1983 no fue realidad, me imagino, porque Córdoba fuera una ciudad comunista sino porque los ciudadanos habían visto que merecía la pena votar a aquel alcalde, fuera de las siglas que fuera. Sigue ocurriendo todavía en las elecciones municipales, sobre todo de los pueblos. Cuando se presenta José Luis por tal lista sus vecinos tienen en cuenta cómo es, no las siglas que lleva puestas la nómina de sus compañeros. Por eso no se entiende demasiado que partidos pegados a la realidad, como el PSOE e IU, hagan un juicio y formalicen una condena sobre votaciones llevadas a cabo en los pueblos por afiliados suyos. Los partidos políticos, a veces, se comportan como las religiones o como las prelaturas -verbi gratia, Opus Dei- y hacerse un nombre en ellos se convierte en un cúmulo de experiencias que van desde la nobleza a la vil traición con tal de conseguir un buen lugar en la lista y un notable asiento en el poder hasta la próxima batalla electoral. Cosas de los humanos. En los pueblos hay todavía quienes, aun teniendo ideología política, actúan en las elecciones municipales mirándole la cara a quien ha decidido presentarse a ser alcalde o concejal. Porque valoran que todavía queden personas no protegidas por siglas que han decidido hacer el bien a sus paisanos. Sin pensar en el regalo que le pueda hacer el secretario general.