El impacto de la crisis económica perdura a través de los años. La brecha social se agranda en terrenos muy diversos y no siempre de manera explícita sino a partir de unas coordenadas laterales que nos informan de la permanencia de desigualdades. El caso de los jóvenes que deben trabajar al mismo tiempo que estudian es uno de ellos. Dos de cada tres personas matriculadas en estudios superiores desempeñan empleos, a menudo precarios, a lo largo de su estancia en la universidad. Además, se constata que los hijos de padres con estudios superiores, sin necesidad de trabajar durante la carrera, acaban encontrando mejores empleos al finalizar. Financiar los estudios o la manutención y procurar acceder al mercado laboral cuanto antes son dos de los factores que deben tenerse en cuenta a la hora de analizar una compaginación de trabajo y estudio que muchas veces desemboca en tasas menores de rendimiento. Paliar el problema con medidas de apoyo eficientes es un deber de los responsables académicos. La igualdad de oportunidades debe fundamentarse en unos principios de equidad que, hoy por hoy, nadie puede discutir que dejan mucho que desear.