Pedro Sánchez ya no es presidente en funciones. Ha conseguido ser investido por tan solo dos votos de diferencia. Creo que merece la pena esperar a ver qué hace. Si es cierto que va a tener dos decenas de ministerios -venga, alegría-, cabe esperar que lo notemos a nada que se pongan en marcha. Mi impresión es que no será ni tan malo como lo pinta la oposición, ni tan alegre como lo pinta la izquierda. Sánchez tendrá que hablar con muchos partidos y no serán necesariamente siempre los mismos. Solo así podrá sacar alguna reforma adelante y evitar que la legislatura sea tan guerracivilista como parece. Si no se desinflan los ánimos parlamentarios, vamos a estar a cada pleno con los pelos como escarpias. No es necesario maltratar más a los ciudadanos. El debate de investidura ha sido un espectáculo deleznable. Creo que se pueden decir las verdades sin insultar.

Entiendo que la hemeroteca de Sánchez es muy golosa: “No permitiré que el Gobierno de España descanse sobre los independentistas” o aquello de que el PSOE no iba a pactar nunca con Bildu. Ha mentido a los votantes, sí. Para eso hay elecciones periódicamente, para castigar a nuestros representantes llegado el caso. Hay que recordar, no obstante, que el decir una cosa y hacer otra no suele pasarles factura en las urnas. Las cosas como son. A mí personalmente me horrorizaría deberle mi puesto a la izquierda aberzale. También me costaría negociar con aquellos que dicen que la gobernabilidad de España les importa “un comino”, como ha señalado la portavoz de ERC, y no podría de pronto pasar de apoyar a los tribunales a tildar su actuación de “deriva judicial”. Creo que hay terrenos en los que un dirigente no puede dar semejantes bandazos.

Dicho esto, no puedo comprender, por ejemplo, que el malestar de la oposición se traduzca en acusaciones prácticamente de golpismo. Tampoco concibo el acoso al diputado de ‘Teruel existe’, con llamamientos al boicot de productos de la zona o con pintadas y otras amenazas que han llevado incluso a Interior a tener que ponerle seguridad. Es bochornoso. Tampoco comparto alentar o convocar concentraciones contra un Gobierno legítimamente elegido. Lo digo porque los políticos no tienen memoria, pero los demás sí. Hace ahora un año, el PSOE andaluz fletó autobuses hasta el Parlamento autonómico para protestar contra el Gobierno de Juanma Moreno, investido con el apoyo de Ciudadanos y Vox. Susana Díaz explicó entonces que ellos aceptaban “la alternancia en democracia, pero no a cualquier precio”. La derecha dijo que aquello era “un escrache” y un ejemplo de la “falta de calidad democrática del PSOE”. Menos lobos y más actuar como si les importáramos algo más que un comino.

* Periodista