El comercio de cercanía en Córdoba sigue languideciendo como esas viejas glorias del cine que tan bien interpretó Bette Davis en ¿Qué fue de Baby Jane? Tal vez en los barrios la respiración sea menos agitada por aquello tan cordobés de que al centro solo se va a pasear, las rebajas y averiguar papeles. Pero es precisamente en este centro, último bastión de aquel comercio donde el trato es personalizado y la oferta aúna calidad y precio en aquellas marcas de toda la vida, donde se va notando con cierta melancolía y hasta cierto patetismo por la pérdida del relumbrón de algunos establecimientos, que hubo tiempos mejores.

La cuestión de esta decrepitud constante del comercio de cercanía o tradicional, se viene analizando por todos los actores. Y no cabe la menor duda que es muy complejo en su trasfondo, aunque simple en su principal síntoma: los precios.

El consumidor final ha adquirido una cultura de compra distinta a la que originó aquel comercio debido a la gran oferta de productos y a los distintos canales de distribución especializados que ponen dicha oferta en las manos del consumidor. Esto no es nada nuevo: las grandes superficies; el comercio on line; las franquicias; cierta liberalización de horarios, descuentos y rebajas adicionales a las estacionales... En definitiva un nuevo modelo de oferta que pone en el candelero aquello de renovarse o morir.

No obstante, no todo está perdido. El consumidor en estas últimas décadas siempre ha venido dando pista de por dónde debían venir los tiros de la oferta en el comercio de proximidad: está claro que en la especialización, unida a las nuevas oportunidades de negocio on line. Sí, hemos dicho on line. No son pocos los comercios que implementan la venta on line de sus productos, haciéndolos a la postre más competitivos. Aunque para ello se necesita inversión y ayudas a medida. Ahí es dónde actualmente fallan las políticas que salven no al comercio de proximidad, sino a su lógica transformación a los nuevos tiempos.

* Mediador y coach