Aparentaba ser una mujer simple y sin afectación, especie de joven madura de pueblo. A través de la televisión refleja determinación, sencillez, sinceridad. Es buena habladora, de firme convicción, atleta profesional de la oratoria ante la Asamblea. Como todo buen político es consciente de su talento, industriosa y trabajadora.

Ante la acusación no se ha atrincherado en el silencio frígido y remoto sino que ha hablado ante los medios de comunicación. No está, todavía, en retirada sino que lucha sin violencia para defenderse.

La lluvia de preguntas no cayeron en su silencio. Sin embargo, siente en su cabeza los golpes demoledores a su felicidad. Esos golpes provienen de un trabajo de estudios de postgrado que no puede encontrar ni mostrar.

La opinión pública estima que ella está escamoteando información y ese escamoteo es como una verdadera confesión de su pecado. El daño que sufre es profundo porque dura mucho, está a la espera de decisión judicial y la incertidumbre aumenta su dolor. Está amenazada bajo la probabilidad de una comisión de investigación.

Hoy, Domingo de Misericordia, cree que aún existe un lugar para la esperanza. Pero ocurre que donde hay esperanza suele luego haber decepción.

No vale la pena hacerse pasar por lo que no se es, piensan de ella alguna de sus compañeras. Otras creen que es una hipócrita consciente, que sostiene su papel de inocente sin cesar y con convicción. Dicen de ella que cree en su verdad y está dispuesta a hacerse matar a sí misma por esa verdad.

La investigación sigue en marcha. El rector afirma que no queda rastro de su expediente como alumna de postgrado y otra voz sugiere que se indague si alguien lo ha borrado de la base de datos.

Últimamente, pálida y sin saliva, se asemeja a una máscara blanca, fatigada e irritada. Se ha abierto una guerra contra ella. Es un combate de boxeo doméstico entre «políticos fajados» que rara vez se muestran corteses en público. Ha aceptado este combate con una mano atada a la espalda cuya soga es la desaparecida tesis de fin de máster. Dentro de unos días la oposición quiere ajustarle las cuentas en un combate por asaltos.

Cristina Cifuentes encaja bien pero este boxeo terminará con elevada probabilidad en amargura y por K.O., si pierde, y en endurecimiento interior de su espíritu, si gana, a los puntos.

* Catedrático emérito de la Universidad de Córdoba