Madrid está como nunca, con turistas nacionales de compras navideñas y miles de extranjeros. Llevan desde el lunes debatiendo el futuro incierto de nuestro planeta por el cambio climático. El monóxido de carbono y el oxido de nitrógeno, que expulsan los tubos de escape, son un peligro para la salud. Quienes viven en las grandes ciudades aspiran a diario aire de mala calidad que sufren sus pulmones y también sus bolsillos. 40.000 millones de euros al año nos cuestan los malos humos que matan. Pero eso es lo más vituperado, porque comer carne también es un peligro. El problema se complica cuando la ciencia se topa con la política o con el «mesianismo verde». Lo que para uno es una amenaza para otros es un freno al crecimiento económico. El debate sobre el clima es cada vez más un debate ideológico. Las movilizaciones multitudinarias, que no faltaron en Madrid, se suelen convertir en proclamas anticapitalistas. Es cierto que los científicos han demostrado cómo la temperatura del planeta ha aumentado un grado centígrado en los dos últimos siglos. Pero también es cierto cómo los políticos populistas convierten la información en desinformación. Por eso hay que ayudar a la opinión pública a entender el verdadero debate para no dejarse conmover por la muchachita Greta que no viaja en avión porque contamina. La comparan incluso con Juana de Arco. Decía el naturalista alemán Haeckel, (1834-1919), «que las costumbres del hombre son de origen natural», pero prima lo artificial. O naturaleza o desarrollo humano, quizá esa es la cuestión.

* Periodista