De vez en cuando veo Lo que el viento se llevó. Suelo aprovechar una gripe o una convalecencia, porque me gusta verla sin interrupciones: 238 minutos de una tacada. Llevo así más de 30 años, desde que en 1986 se estrenara en TVE con bombo y platillo.

Por aquel entonces en mi casa ya había televisión en color. Tengo una amiga, en cambio, que corría a casa de una vecina cada vez que Scarlett O’Hara se cambiaba de vestido, porque su tele era aún en blanco y negro y no era plan. Por aquel entonces -mis 16 años- adorábamos a Scarlett y odiábamos a Melanie. La protagonista nos gustaba por pizpireta, incomprendida y dramática. Con los años, preferimos a Melanie, porque nos parece más inteligente, taimada, generosa y valiente. Cada vez que vemos Lo que el viento se llevó descubrimos lo que he cambiado. Así es como funcionan los clásicos, y nosotros con ellos.

Hace unos días Melanie, es decir, la actriz Olivia de Havilland, ha cumplido 103 años. Eso la convierte en la última superviviente de aquel aciago rodaje de hace ocho décadas y también en la más veterana de las actrices del Hollywood clásico.

Sera la última superviviente tiene sus desventajas. Hace un par de años, De Havilland se querelló contra los productores de la miniserie televisiva Feud, por poner en su boca -y en la de Catherina Zeta-Jones, que la encarnaba- una frase ofensiva hacia su hermana, la también actriz Joan Fontaine. En la demanda, que perdió, los abogados de De Havilland argumentaron que ella nunca habría dicho una vulgaridad semejante, y que la serie dañaba la imagen de buen gusto que había construido a lo largo de su vida. La actriz perdió el caso. El juez dijo proteger la libertad de expresión de los creadores de la serie. El resto de los aludidos no pudieron defenderse porque llevan años muertos, y seguro que es mejor así. La ficción es inexacta como la memoria. Debe de ser muy duro convertirse en ficción sin dejar de ser real.

Creo que celebraré los 103 años de mi clásica favorita viendo Feud de una tacada.

* Escritora