Ciudadanos ha pedido el cese de la convivencia con Manuel Valls en el Ayuntamiento de Barcelona. Esta iniciativa solo se puede entender desde la incomodidad que crea la indisciplina en cualquier partido. Únicamente desde ese punto de vista, triste en realidad, se explica. La decisión, en lo demás, es una muestra brutal de incoherencia. Porque Manuel Valls, regalando sus votos a Ada Colau para quitarle la alcaldía a ERC, hizo el pasado fin de semana lo que habría hecho Ciudadanos en su etapa original y me atrevería decir que hasta hace muy pocos meses.

El partido de Albert Rivera surgió para frenar y combatir a los independentistas por encima de todo; cosa que Valls ha hecho de principio a fin. El partido de Albert Rivera fue creciendo alegando que era el único partido con sentido de Estado: el Estado por encima de todo, España por encima de todo, «ni rojos ni azules», decía el líder. Esto es lo que hizo Valls el pasado sábado al orillar los colores para actuar en función de unos principios concretos que a veces te obligan a hacer no lo que te gusta, sino lo menos malo.

El problema es que en este país se han criminalizado los pactos entre distintos, porque solo se piensa en los votos. Acaban unas elecciones y ya están actuando en función de las siguientes. Y lamentablemente, los partidos en general han llegado a la conclusión de que no renta actuar como lo ha hecho Valls. De este hombre se podrán decir muchas cosas, pero si hablamos de Ciudadanos, me parece más reconocible en estos momentos su comportamiento que el de Rivera.

¿Cuál era si no la alternativa de la formación naranja en el Ayuntamiento de Barcelona? ¿Obligar a Colau a pactar con ERC para poder rascar votos con su presunto independentismo? Ya imagino que Ciudadanos hubiera preferido ganar las elecciones municipales, pero es que no fue así. La obligación de los políticos es solucionar problemas, no crearlos. Entiendo que a Rivera no le guste escuchar a Valls un día sí y otro también criticar sus pactos con Vox y pedir el aislamiento de la extrema derecha. Ese es un tema. Oiga, no aprueba lo que hace el partido, pues hasta luego. Pero darle un puntapié por impedir el acceso a los independentistas a las instituciones es otro tema, y es el mismo que defendían los naranjas hace cuatro días. El que ha cambiado es Rivera, que ahora solo piensa en Madrid.

* Periodista