En aquel tiempo todo esto era pura soledad, excepto la memoria del Arroyo del Moro, que salía de la Cuesta de la Traición, por El Cerrillo, y pasaba por Vista Alegre, se acercaba al cementerio de La Salud y desembocaba en el Guadalquivir por el Molino de la Alegría, integrado en el Jardín Botánico. Hasta que en 1957 la Seguridad Social abrió por aquí la Residencia Noreña y en 1968 se inauguró el Parque Figueroa, un barrio que promovió la Caja Provincial de Ahorros. Ahora, ahí detrás, por donde los enfermos se operaban en la Noreña, han levantado el Centro de Alta Resolución Carlos Castilla del Pino, una zona sanitaria en mitad de espacios urbanos con nombre de islas. Y a la izquierda sobresale el instituto del Parque Figueroa, ese barrio que en su día tuvo la mejor piscina de Andalucía. Nosotros estamos en la novedad arquitectónico-social quizá más relevante de toda Córdoba, la Ciudad de la Justicia, calle Isla Mallorca, s/n, bloque B, planta cuarta, a donde nos han citado para declarar como testigos. La soledad de aquel tiempo por esta zona es ahora esa Torre del Agua, el edificio de viviendas más alto de Córdoba, que llena el cielo con la ingravidez de la imaginación y la fantasía, por la cercana Glorieta Amadora, donde los residentes del hogar del pensionista del Figueroa se sientan a tomar el sol, el fresco o alguna bebida, cerca de la Carretera de Trassierra, por donde antes íbamos de boda al Castillo de la Albaida o a tomar cubatas en Disco 3. Este edificio de la Ciudad de la Justicia sorprende, a quien no lo conozca, por su vitalidad y por la sensación de que allí se mueve la vida cada día con una fuerza tan contundente como el bien y el mal. Y todo lleno de personas que ejercen de limpiadoras, testigos, abogados, jueces, fiscales, conserjes, secretarios, encausados, familiares, amigos y curiosos. Todo este movimiento vital que se mueve entre la Glorieta Amadora y un barrio con nombre de islas se parece al Hospital Reina Sofía, otro espacio de la ciudad que late con la salud de sístoles y diástoles controladas y que amanece cada día con constantes vitales a punto. Esta, la de la Ciudad de la Justicia, es una nueva Córdoba situada en el Arroyo del Moro, que conocen muy bien porque trabajan en ella tanto el exfutbolista Juanito como el abogado columnista Marcos Santiago Cortés, así como dueños de bares y restaurantes de la avenida del Aeropuerto, en Ciudad Jardín, donde antes estaban los juzgados de Córdoba y ahora se han quedado en la soledad silenciosa de esas mañanas con menos cafés y casi sin aperitivos del mediodía. Porque la justicia ha instalado su reluciente sede en estos espacios donde en aquel tiempo todo era pura soledad.