No puede decirse que Córdoba, carente de un tejido empresarial boyante y siempre a expensas de lo que pueda dar de sí el turismo, destaque precisamente por su industria cinematográfica, más allá de dejarse querer de tarde en tarde como escenario de películas que tras ponerla patas arriba durante el rodaje, rara vez la mencionan en los títulos de crédito. Y eso que está ahí desde el 2001 la Córdoba Film Oficce, oficina municipal encargada de promover y facilitar que el cine fije su mirada en esta ciudad cuatro veces Patrimonio de la Humanidad como vía de proyección al mundo. También funciona, aunque es poco conocida, la Asociación de Cineastas de Córdoba (Accor), que según informa desde su página web nació para fomentar el desarrollo de la actividad audiovisual por estos pagos. Aun así, lo cierto es que lo que aquí suena si acaso es el nombre de los actores cordobeses más conocidos, como El Brujo, Macarena Gómez o Fernando Tejero; y menos, por ser ya materia para iniciados, los de los directores que ha dado esta tierra. Y eso que algunos se han ganado un lugar de privilegio en la profesión, como Gerardo Olivares, siempre tan echado para adelante y tan mimado por los medios.

Y por supuesto la gran Josefina Molina, pionera en tantas cosas. La primera mujer titulada por la Escuela Oficial de Cinematografía en 1969, la primera en llevar el cine a la Academia de Bellas Artes y a la de Córdoba, cofundadora en 2006 de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (Cima) y, desde hace unos días, la primera directora de cine galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía en los casi cuarenta años que lleva concediéndose. Una nueva distinción que Josefina, muy poco dada al autobombo y de vuelta de todo a sus 82 años, acepta con modesta satisfacción, mientras bromea desde el otro lado del teléfono con que «tendría que hacer participaciones del premio» para repartir entre tantos como dice que la han ayudado a lo largo de su carrera. Ya serán menos, querida Josefina.

Pero hay otro nombre cordobés del cine con una ya larga carrera de fondo que está dando importantes frutos. Se trata de Antonio Hens Córdoba, una especie de hombre orquesta de la fábrica de sueños, puesto que lo mismo dirige que produce o escribe guiones. Aparcando los últimos flecos de la cinta que estrenará en noviembre -Mi gran despedida, rodada en Cádiz y que codirige junto a su paisano el dramaturgo Antonio Álamo-, Antonio Hens ha hecho una fugaz visita a Córdoba para presentar anoche en el Fuenseca su tercer largometraje como director, Oh! Mammy blue, divertida comedia familiar protagonizada por una Carmen Maura transfigurada en abuela rockera. La actriz, que desde París sortea sus compromisos españoles como puede, y no siempre puede ni quiere, faltó a la cita, pero sí que estuvo presente otra de las protagonistas, la veterana María José Alfonso, galardonada por este papel en el Festival de Alicante, donde el filme ganó la Tesela de Oro. Y es que la película, cuyo título remite al éxito musical de los setenta interpretado por los Pop Tops, le ha dado muchas alegrías a Hens, que venía de una filmografía más sesuda con Clandestinos y La partida, más el documental Cántico y el largo triunfador en los Goya Azul y no tan rosa como productor. A él acaba de sumar La noche de las dos lunas, coproducción en la que vuelve a hacer tándem con el venezolano Miguel Ferrari. La velada de ayer fue la ocasión de compartir con el cineasta una película que, estrenada hace un año, no pasó por Córdoba, con lo que Hens pudo sacarse la espina y hacerlo en el paraíso de un cine de verano. Siempre es bueno volver a las raíces.