Escribió Pitágoras que Apoteosis era una costumbre caldea que luego se extendió a Asiria, Egipto, Grecia y Roma y que se diseñó para impulsar a una persona egregia a estar entre los dioses. Ese es el significado de Apoteosis; un impulso, un ensalzar a alguien para que se aposente entre los dioses. También es el colofón de una gran hazaña. La última apoteosis conocida y transmitida por televisión fue tras el gol con el que Alemania ganó a Suecia en el minuto noventa y cinco. Y la última que yo he vivido ha sido una doble apoteosis: como colofón del cincuentenario de la creación de la empresa familiar Piedra, que tuvo lugar el día de San Juan en el Círculo de la Amistad, y como lanzamiento entre los dioses de Juan Piedra, fundador de la familia empresaria Piedra Trujillo. Los herederos supérstites han homenajeado a Juan y Rosario, matrimonio fundador de la empresa, colocando sus semblantes en grandes fotografías en las arcadas superiores del claustro del Real Círculo de la Amistad y reproduciendo la imagen de la bodeguilla con la que Rosario comenzó su negocio de ultramarinos en 1968.

La festividad de San Juan Bautista se celebra el veinticuatro de junio y este año ha coincidido con un día dominical, lo que ha permitido que alrededor de quinientas personas, (empleados y exempleados en su mayoría) participaran de esta conmemoración apoteósica. Era la festividad de Juan el Bautista y la onomástica del fundador Juan Piedra. Dice Lucas en su evangelio que el nombre que en realidad deberían haber puesto a Juan era el de Zacarías, su padre. Pero fue su madre, Isabel, la que por la mudez de Zacarías afirmó que su hijo se llamaría Juan contra la costumbre y lo esperado. Le pidieron a Zacarías, que escribiera en una tablilla el nombre de su hijo en el día de su circuncisión, y el añoso padre rotuló Juan, que significa «el que es fiel a Dios». Quiso afirmar que su hijo proclamaría a Dios en su vida de adulto. Juan el Bautista fue una persona audaz y anhelante, como escribe en su homilía Antonio Gil, austero y resistente en un entorno hostil. Así fue Juan Piedra; perseverante, autoexigente y junto a Rosario fueron como la semilla de la mostaza que de una modesta bodeguilla se ha transformado en un árbol fuerte de tres ramas, de las que una se desgajó por muerte en 1994.

Juan Piedra fue fiel a su proyecto de empresa familiar, relevado biológicamente por sus hijos José Antonio y Javier. Sin Rosario Trujillo, dotada de sacrificio, amor y generosidad no hubiera existido esta familia empresaria, cuya sociedad fraternal goza de buena salud porque fundamenta su resistencia en la confianza mutua, en la transparente comunicación y en una motivación que se retroalimenta diariamente para seguir adelante en este mundo tan competitivo.

El domingo veinticuatro expresé mi esperanza sobre la necesaria confianza entre los miembros de la siguiente generación tan distantes entre sí en el espacio y en edad para que la empresa familiar sea dentro de veinte años gestionada por la tercera generación.

* Catedrático emérito Universidad de Córdoba