Imagino que todos recordarán esta fábula de Esopo, en la cual una hormiga se pasa varias estaciones guardando comida en su hormiguero para que no le falte al llegar el invierno y la cigarra que se burlaba de ella mientras se divertía cantando y sin preocuparse por tal cosa. Llegó el invierno y la cigarra, muerta de frío y hambrienta, fue hasta donde la hormiga pidiéndole que le diera alimento. La hormiga le dijo que no iba a compartir con ella, que siguiera cantando y bailando hasta morir de hambre y de frío.

Al recordar esta fábula, algunos se pondrán del lado de la cigarra y considerarán que la vida hay que disfrutarla y vivir el presente a tope, y que cuando llegue el futuro o las dificultades, Dios proveerá. Hasta ahí de acuerdo, siempre que sea Dios, lo malo es que quien pretende que le provea sea el prójimo, el que trabajó y se privó de ciertos lujos y caprichos para tener un respaldo cuando llegaran tiempos peores.

Cuando la hormiga estaba juntando, grano a grano, fue insultada por la cigarra: que si aburrida, sosa, rácana, roñosa y de no saber divertirse, aunque seguramente no fue así, sino que supo administrarse bien, para no tener que depender de nadie y evitarse problemas en el futuro.

La cigarra se cree en el derecho a exigirle a la hormiga que le dé de lo suyo, cree merecerlo porque se cree superior a la hormiga. Esa falsa superioridad se basa únicamente en su capacidad para engañar y engatusar a la hormiga, en conseguir de los demás aquello que no es capaz de producir por sí misma. ¿Qué necesidad tiene de trabajar, esforzarse o hacerse responsable de sus necesidades si la tonta de la hormiga estará ahí para cuando ella lo necesite?

La hormiga ya aprendió, porque no fue ese el primer invierno en que la cigarra llamó a su puerta para abusar de su generosidad y bondad. Cometió la cigarra el error de creer que la hormiga era tonta por dejarse abusar, cuando realmente lo que estaba haciendo la hormiga era darle una oportunidad a la cigarra de que aprendiera que en esta vida las cosas hay que conseguirlas con esfuerzo, dedicación y sin hacer caso de quien te critica por ser hacendosa y ahorradora.

Ciertamente, la hormiga se equivocó creyendo que la cigarra rectificaría en su conducta y con todo el dolor de su corazón, tuvo que admitir que la cigarra siempre será una cigarra y que nunca cambiará, porque no quiere. Eso implicaría que la cigarra admitiera que la hormiga es mejor o más capaz que ella y eso jamás lo hará la altiva y vanidosa cigarra.

El hecho de que la cigarra sea inevitablemente como es, no obliga a la hormiga a mantenerla en el invierno. No se la puede tachar de cruel y egoísta por negarse a hacerlo, porque no es su responsabilidad. No por eso deja de ser una buena hormiga que socorrerá a quien por adversidades de la vida lo pudiera necesitar, pero no a quien venga a abusar de ella, sea un desagradecido y que además la trate con desprecio, creyéndose con unos derechos y dones divinos que no le corresponden en absoluto.

Ahora la cigarra anda por ahí poniendo de vuelta y media a la hormiga entre los habitantes de otro hormiguero del cual conseguirá el alimento para el próximo invierno. Va de víctima por la vida, eso le funciona, hasta que sea descubierta y se vaya con el cuento al siguiente hormiguero.

Con la cigarra, la compasión y el perdón no sirven absolutamente para nada, porque lo utilizará para seguir aprovechándose de buenas hormigas. Lo mejor será mandar a la cigarra a que se largue con su música a otra parte y mientras más lejos, mejor.

¿De qué lado estás tú? ¿De el de la cigarra o el de la hormiga? Porque en esto no valen medias tintas.

* Escritora y consultora de inteligencia emocional. Autora de ‘Jodidas, pero contentas’