Andan en España muy revueltas este verano las aguas de planes de estudio, exámenes, reválidas, oposiciones-concursos a cátedra, másteres y un apabullante y amedrentador etcétera en el decisivo mundo de la educación, verdadera clave y encrucijada del destino del viejo y desdichado país llamado España.

Este año, suprimidas las pruebas calificadoras de setiembre, quienes sufrirán sus rigores no serán los alumnos desaplicados o desnortados, sino el Gobierno constituido a comienzos de junio con exageradas dosis quizás de prevención de gran parte de la enteca opinión pública nacional. El calendario estival de 2018 no entrañará esta vez el obligado plazo de respeto temporal e insoslayable cumplimiento cívico por toda la sociedad española frente a sus nuevos mandatarios constitucionales, sino también la ocasión de refrendar a su término el éxito o fracaso de su gestión, ilustradora en extremo de su deriva futura, forzadamente corta por imperativo legal.

A finales de setiembre --mes en que, como se recordará, se iniciaba el calendario de los romanos-- junto con el fruto de la vides se estará en sazón de recoger el trabajo del flamante gabinete echado a caminar al inaugurarse el vestíbulo de junio, en que se emborronan los actuales renglones, en una atmósfera mediática de absorbente imantación por las vicisitudes políticas, acaso la primera gran baza jugada a fondo y ganada por el retorno del socialismo al poder.

La democracia anglosajona, en especial en su vertiente norteamericana, ha sido la inventora de este rodaje de los 100 días para asentar un firme o al menos razonable juicio acerca de la andadura de las grandes formaciones políticas responsabilizadas con el ejercicio del poder en un régimen de libertades y primado del Estado de Derecho. Tal vez, sin embargo, en la presente coyuntura se debiera ampliar un poco el mencionado periodo, habida cuenta de la novedad suma y la notable innovación --casi desafiantes y retadoras...-- introducidas por el joven líder del Partido Socialista en la configuración de su hiper-femenino gabinete.

Pero no será así. La rentrée advenida con la llegada del otoño en todas las facetas de las sociedades modernas implicará igualmente una peraltada atención hacia el desenvolvimiento de un gobierno alumbrado en condiciones alzaprimadamente expectantes. El bien de la nación --supremo interés patrio-- exige que todos le deseemos una afortunada navegación estival, lejos de sirtes y tormentas, para confirmar la esperanza de sus adeptos o las reservas de sus adversarios.

Se estará a la espera, más allá de provocaciones y deslices, que, con completa seguridad, se registrarán en la indicada ruta.

* Catedrático