El Instituto Superior de Ciencias Religiosas Victoria Díez tiene en su programa de asignaturas una dedicada a los Medios de Comunicación Social, que hemos desarrollado a lo largo del primer cuatrimestre. En realidad, se trata sólo de una introducción al apasionante mundo de los medios, que como bien subrayaba uno de mis alumnos, Juan Diego Buenosvinos, resulta inabarcable. No han pasado tantos años desde que en la Escuela Oficial de Periodismo se señalaban y se explican con detalle sólo tres grandes medios de comunicación social: prensa, radio y televisión. Hoy, el abanico se ha abierto y continúa abriéndose casi infinitamente. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Junto a la Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea, los historiadores colocan ya la Edad Digital. Algunos fijan su comienzo en 1991, año en que se disolvió la Unión Soviética y concluyó la Guerra Fría. En cambio, varios intelectuales señalan el 9 de enero de 2007 como fecha liminar de la Edad Digital, día en que Steve Jobs presentó el primer teléfono móvil inteligente, el teléfono «traído del futuro al presente», tal y como lo expresó el propio Steve Jobs. El teléfono móvil se ha convertido ya en el sexto sentido del hombre, en el tercer brazo del cuerpo humano, 3.000 millones de personas disponen hoy de un móvil con conexión a internet. Es decir, el 40 por ciento de la población mundial despliega su actividad en torno a un aparato que se hace imprescindible. Y ello porque el móvil se ha convertido en mini-ordenador que dispone de la inmensa mayoría de las funciones digitales que interesan. Es cierto que ya se alzan muchas voces contra la adicción a las redes. El poeta y filósofo Jorge Riechmann afirma que las nuevas tecnologías, --en especial el smartphone--, han conducido a muchos al «laberinto de la cibersoledad». La expresión, un poco rebuscada, ilustra sin embargo muy bien la conclusión a la que algunos sociólogos han llegado con palabras más sencillas: en la era digital vivimos permanentemente conectados, pero estamos solos. El mundo digital nos ha encerrado en nosotros mismos. ¡Atención a este gravísimo problema: la soledad del solitario!

* Sacerdote y periodista