China lo tiene claro: a los independentistas, ni conversación ni tabaco. El acoso de Pekín a la que llama su «provincia rebelde» ha privado a Taiwán de 5 de los 22 reconocimientos diplomáticos de que gozaba cuando Tsai Ing-wen ascendió a la presidencia, hace dos años y medio. La líder del independentista Partido Democrático Progresista (PDP) se enfrenta a una huida en cascada de los pocos países con los que aún mantiene relaciones diplomáticas, tras el reciente abandono de Panamá, República Dominicana y El Salvador.

En plena guerra comercial, a Estados Unidos le faltó tiempo para salir en defensa de su viejo aliado. A principios de septiembre, llamó a consultas a los embajadores de los tres países que habían roto con Taiwán y días después cuatro senadores presentaron una propuesta para que Washington reduzca las relaciones con cualquier otra capital que decida hacer el viaje de Taipéi a Pekín.

Terminada la guerra civil, en 1949, tanto el nacionalista Chiang Kai-shek como el comunista Mao Zedong defendieron la existencia de una sola China, cuya representatividad se atribuyeron. Fue necesario que, en 1971, EEUU levantara el veto a la República Popular, tras el viaje de Henry Kissinger a Pekín, para echar del escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU a la República de China (nombre oficial de Taiwán) y entregárselo a la República Popular China. Igual hicieron la mayoría de los países de la comunidad internacional, aunque algunos siguieron fieles a Taipéi.

El meteórico ascenso de China y sus enormes reservas de divisas, que en buena parte destina a proyectos de cooperación internacional para impulsar su propio desarrollo económico, hacen cada día más difícil no sucumbir a su influencia. Sus relaciones con Taiwán fueron pésimas durante el periodo del primer mandatario independentista Cheng Shui-bian (2000-2008), pero mejoraron con el regreso al poder del Kuomintang (KMT, Partido Nacionalista) de la mano de Ma Ying-jeou (2008-2016). Pekín premió este buen entendimiento con una «tregua diplomática», por la que se comprometió a no atraer hacia sí a los países que reconocían a Taipéi ni agravar su aislamiento internacional.

Con Ma en el poder, las relaciones experimentaron un significativo auge. Taipéi se mantuvo años como la segunda inversora exterior en China, después de Hong Kong, que es una Región Administrativa Especial, dentro de la política de «un país, dos sistemas», puesta en marcha en la década de los 80 para garantizar una transición suave de las colonias británica y portuguesa (Macao) a la soberanía china. El PCCh confía en extender a Taiwán ese sistema.

Un millón de familias taiwanesas se han establecido en el continente, pero la mayoría de los isleños apoya el status quo, que permite de facto a la isla vivir libre. Entre las nuevas generaciones, sin embargo, aumenta el deseo de independencia, lo que preocupa enormemente a China, que apuesta por la pronta reunificación.

Las alas más conservadoras del Partido Comunista y del Ejército Popular de Liberación consideran que EEUU va a jugar antes o después la ‘carta de Taiwán’ para frenar el avance chino. Los más radicales incitan al presidente Xi Jinping a tomar la delantera, mantener un enfrentamiento limitado en las aguas del entorno y recuperar definitivamente la «provincia rebelde». El pasado julio se disparó la tensión cuando dos destructores del Pentágono realizaron una extraña patrulla por el estrecho de Taiwán.

Para calmar las agitadas aguas, Xi se reunió días después con el expresidente del KMT Lien Chan. «Tenemos la confianza y la capacidad para mantenernos firmes en la dirección correcta, trabajar para el desarrollo pacífico de las relaciones a través del estrecho y avanzar en el proceso hacia la reunificación pacífica de China», dijo Xi, para dejar claro a los taiwaneses que no pretende recuperar la isla por la fuerza.

Aunque Tsai no ha vuelto a pronunciar una soflama independentista desde que es presidenta, su decisión de no respetar el Consenso de 1992, que gobierna la relaciones a través del estrecho bajo el principio de «una sola China», las ha envenenado. La ofensiva de Pekín para asfixiar internacionalmente a Taiwán llegó incluso a las aerolíneas, forzadas a incluir la isla en sus mapas de China para seguir volando a la República Popular.

Palos a Tsai y zanahorias al pueblo. En un intento de conquistar los corazones y las mentes, Pekín ofreció a los taiwaneses que por trabajo o estudios llevan más de seis meses en el continente una tarjeta de residencia igual a la de los habitantes de Hong Kong y Macao. Este carnet, criticado por Taiwán, da derecho a beneficios y privilegios que incluyen empleo, acceso a planes de vivienda, atención médica básica, ayuda legal y seguro social. Según el South China Morning Post, en los primeros 10 días de septiembre la solicitaron más de 22.000 taiwaneses.

* Periodista