Si este año no es el año de la mujer, que venga el obispo y lo vea (Dios ya lo sabe). Y digo el obispo por señalar a una de las figuras más nombradas en la manifestación del jueves. En concreto, el obispo de San Sebastián, ese señor que acusó al movimiento feminista de insertar el demonio en el cuerpo de las mujeres, un demonio con mucha guasa que hace a las mujeres reír a carcajadas, abrazarse y colgar delantales por las ventanas, poseídas todas por sus más bajunos deseos. El obispo quiso provocar y le salió el tiro por la culata porque acabó convirtiéndose en piñata. Céntrese usted en sus ministerios y deje a las mujeres que se ocupen de los suyos.

Y es que las mujeres, cuando se unen, son como una red de alto voltaje que multiplica su potencia por mil. Debe ser por ello que el machismo siempre ha intentado cortocircuitar el chichi power (uno de los términos acuñados al hilo de la huelga) con la idea de doblegar a las féminas y minar su autoestima. Nos ha costado darnos cuenta, pero ya llegó el día. Tras ese poder oscuro llamado patriarcado, que tantas patri-arcadas provoca a las poseídas, se esconden muchos hombres y también muchas mujeres faltas de empatía, tristes y/o cobardes que odian a las que se sienten libres de opinar, sentir o disentir. Si para algo ha servido esta huelga ha sido para poner a cada uno en su sitio. A las locas por la igualdad a un lado (también bautizadas como «jovencitas trasnochadas» por más que las haya de todas las edades), con los locos por ellas en el mismo saco, todos de la mano y, en la acera de frente, a las del «¿machista España?» y los de «las leyes son como las mujeres, están para violarlas» (la frase no es mía sino de un impresentable señor con corbata). Pero sospecho que en el lado oscuro hace más frío porque cada vez hay menos gente y, según dicen, se tocan, pero poco. No había más que ver la manifestación del jueves para darse cuenta de que el demonio feminista está por todas partes y va ganando adeptos, entre mujeres y hombres convencidos todos de que quererse es más fácil cuando uno es libre de quedarse o de marcharse. Y que gritar por la igualdad no es cosa de mujeres sino de seres humanos. Ha costado hacer piña, nos lo han puesto difícil, pero ya empiezan a caer los piñones. Hasta en el periodismo, ese sector tan individualista, se ven ya los primeros frutos. Así que, señores del lado oscuro, lo de la igualdad ya está aquí. No es ni una utopía ni una moda ni un capricho, es lo que hay, lo que debió de ser y lo que será. Les guste a ustedes más o menos. ¿Que hubo quien quiso politizarnos? Los hubo. Pero esa es la anécdota. Hace tiempo que las mujeres, como colectivo, dejamos de ser borregas. Abran los ojos. Nos hemos comprado nuestra propia brújula y ahora sabemos donde queremos ir. Adonde nos dé la gana. Vayan ustedes acostumbrándose.