Para los que sentimos esa necesidad natural de preguntarnos por el sentido de lo que nos rodea, y que la ciencia llama filosofía, siempre intentamos buscar en ese planteamiento a priori de la causa y el efecto. O sea, que sin causa concreta no hay un efecto. Por poner un ejemplo sencillo: si respiramos es porque es el efecto de una causa: estar vivos. Recientemente, en la catedral de la Almudena se celebraba una misa funeral por los más de 28.000 fallecidos por el coronavirus. Todos hemos ido alguna vez a una misa funeral por alguien. Y todos hemos sentido esa necesidad moral de despedir y acompañar al finado y a sus familiares. O dicho de otra manera, participar de los sentimientos de alguien, en este caso en una ceremonia de homenaje y despedida. En España los funerales suelen ser católicos mayoritariamente, debido a que esta es la fe mayoritaria, pero a un funeral acude casi todo el mundo, sea católico o no, pues subyace el sentimiento de un acto social ante todo, libre y abierto. Aquellos que hemos tenido que despedir a un familiar muy cercano en un funeral, jamás olvidaremos el testimonio de aquellos que acudieron a una misa, aun no siendo católicos. La causa es un sentimiento básico de piedad que está envuelto de la lógica lástima y conmiseración hacia la perdida de una vida y al duelo de los familiares. El efecto lógico es el acompañamiento. Los Reyes y sus hijas han asistido a la misa funeral de la Almudena para acompañar la memoria de ese grueso número de fallecidos y en el dolor de sus familiares. A todos nos hubiera gustado estar presentes, pues la pandemia ha creado una causa común de supervivencia entre todos los españoles. Pero el Rey nos ha representado en cuanto a Estado. Aunque, ¿Qué ha pasado con el presidente del gobierno? No ha estado. Este es el efecto. La causa, debido a la trascendencia social del acto, no ha podido ser otra que el mero carácter católico del acto. Si no, que me lo expliquen.

* Mediador y coach