La extensa glosa periodística de las muy sugerentes memorias de uno de los actores más sobresalientes del catalanismo de corte conservador actual no puede prolongarse por exigencias del género, cuya muy deseada preservación en tiempos de internet y fake news requiere su más estricto cumplimiento del lado de sus cultivadores, por modestos que sean, como es el caso presente...

Lógicamente, el comentario acerca de la posición de Duran i Lleida en la terebrante crisis del procés que hoy se alza sin discusión posible con la primacía absoluta en la problemática española de mayor alcance y trascendencia, resulta tan obligado como insoslayable en la conclusión de estas acotaciones. Y, como en todas las cuestiones político-sociales de envergadura, el análisis de los antecedentes se muestra de importancia similar a su desarrollo. Conforme se indicó con anterioridad en el escolio del arranque temporal del libro de Duran i Lleida, el procés hunde su raíces en el despliegue del catalanismo de finales del XIX y comienzos del novecientos, en los que los mejores esfuerzos de diálogo nunca llevaron a metas de real y positivo entendimiento. Pasado el franquismo, tampoco la Transición vio la tierra prometida por los espíritus más ardidos en favor de una España plural, en la que Cataluña se configura de acuerdo con su innegable superioridad en no pocas facetas de una convivencia, que en manera alguna podría peligrar por unas aspiraciones soberanistas, inaceptables desde todos los puntos de vista para el conjunto de una nación de muy largo y fructífero recorrido en solidaridad y deberes y derechos compartidos.

Con reluctancia hacia cualquier postura salomónica o arbitral, Duran i Lleida se inclina aquí, sin embargo, por el reparto de déficits y manquedades de una parte y otra --Cataluña y el resto de España-- en la búsqueda de soluciones para una situación en los límites de la tragedia para no pocos de los españoles de comedios de 2019. Han faltado, según el diagnóstico de un actor de primer orden de muchos de los acontecimientos que jalonan el más reciente itinerario de una crisis que bien puede calificarse de histórica, voluntad de entendimiento granítica y alzaprimada frente a un desafío de proporciones amedrentadoras. «Desde el año 2013 hasta el día de hoy (otoño, 2018), la línea editorial del periódico (La Vanguardia) ha venido denunciando con dureza tanto la unilateralidad del independentismo como el quietismo y la incapacidad del Gobierno del PP para afrontar desde el diálogo, o desde la misma Constitución, una propuesta de solución al reto independentista (...) Sigo pensando que, a pesar de las dificultades evidentes --y, hoy por hoy, de falta de apoyo electoral--, defender esa vía equivale a defender la posibilidad de emprender un camino fructífero que permita encontrar el punto de equilibrio entre las legítimas aspiraciones nacionales de Cataluña y los lazos efectivos y afectivos de toda naturaleza con el resto de los ciudadanos del Estado para configurar un proyecto español común, capaz de respetar la innegable pluralidad y el orden nacional cultural y lingüístico. En la Transición era mucho más difícil lograrlo, y se hizo (El riesgo de la..., pp. 483-4).

* Catedrático