Si se puede bromear un poco (solo un poco, lo justo) con algo tan serio como la falta de acuerdo en el Parlamento para nombrar Gobierno, podría decirse que a España le viene muy bien el anarquismo.

Me he tomado el trabajo de contar día por día los periodos desde que se disolvieron Las Cortes de la X Legislatura, el 27 de octubre del 2015; y le he sumado la XI Legislatura, fallida; la XII Legislatura, incompleta y con moción de censura incluida, y lo que llevamos desde la convocatoria de elecciones de la XIII Legislatura, ya 169 jornadas, y me salen 536 días con ejecutivos en funciones, bien con Parlamento o sin él. Es decir, nada menos que año y medio de provisionalidad, un 44% total desde ese 27 de octubre de 2015. Y sin embargo, se trata de uno de los periodos mejores en algunos aspectos, como el económico, de los últimos años tras la desastrosa crisis. Incluso en la actualidad hay datos optimistas, como por ejemplo, cuando la ministra de Hacienda en funciones, María Jesús Montero, sorprendió hace unos días anunciando que se han mejorado las previsiones del país subiendo a 2,3 puntos el crecimiento económico de España para este año. La ministra, como es habitual en estos casos, atribuye al buen hacer del Gobierno en funciones el éxito. Bueno... ya saben lo que es la política: Si los datos son buenos, el logro es mío. Si son malos, la responsabilidad es de los otros partidos. Claro que, aplicando esta norma... ¿no habría que felicitar a los anarquistas, a la CNT, CGA y demás formaciones ácratas por el logro de que España vaya algo merjorcilla sin gobiernos ‘en firme’? Digo yo, porque si se trata de apuntarse tantos...

Por supuesto, este argumento es una exageración que, insisto, he querido dejar caer casi como una broma. Primero, porque el anarquismo en su noble concepción original no aspira solo a que no exista gobierno de una administración, sino a abolir toda forma de estructura estatal de poder. Segundo, porque aquí durante estos periodos de 536 días nunca ha faltado Gobierno, aunque fuera en funciones y mandando a golpe de decreto. Tercero, porque esta situación de provisionalidad afecta, y mucho, a los españoles en su día a día: lo de la congelación de las transferencias a las autonomías, lo de las trabas para promesas como los aumentos al funcionariado, la falta de presupuestos actualizados para las necesidades reales del país...

Pero quizá esto no sea tan importante como la percepción que está teniendo el ciudadano de que, efectivamente, no sirve para mucho ni el Gobierno ni el Parlamento porque la vida cotidiana discurre al margen. Y eso sí que es peligroso, peligrosísimo. Y eso sí que no es ninguna broma.

* Periodista