El reciente nombramiento de la ensayista católica Karen Armstrong como premio Princesa de Asturias a las Ciencias Sociales, nos invita a reflexionar sobre el papel de las religiones en el mundo de hoy, de la mano del pensamiento de la que fuese monja británica, ahora que la religión musulmana celebra su mes sagrado del ramadán, a la par que se suceden los ecos de las matanzas de Manchester o de Kabul a manos de fanáticos terroristas.

Después de estudiar lúcidamente durante años las religiones monoteístas en una extensa obra de más de 25 libros, donde destacan títulos como Una historia de Dios;

Jerusalén, una ciudad y tres religiones, La religión y la historia de la violencia, o Campos de Sangre; esta activista de la Alianza de Civilizaciones nos indica que la religión ha sido secuestrada por el terrorismo fundamentalista cuando cita al Corán para justificar su acciones criminales. Pero no es verdad que la religión esté en el origen de las guerras, dice la profesora de Oxford, sino el poder, la política y la economía. Entre 1914 y 1945 Europa perdió a más de 70 millones de personas, y al igual que las cruzadas o la expulsión patria de los judíos las causas fueron la política y la economía, como ocurre ahora. Y se instrumentaliza la religión o el deporte, o lo que haga falta, para alcanzar los fines que se persiguen en pro de la avaricia humana.

Pese a que existe una claro analfabetismo religioso por el que hay que vencer muchos prejuicios, concluye que la población no es menos religiosa y sigue teniendo un fuerte sentimiento trascendente, que anida desde la existencia del ser humano, aunque lo manifieste ahora de forma distinta. Otra cosa es la secularización que se vive sobre todo en Europa.

Una de las ideas centrales de la recién galardonada, es buscar el denominador común de las religiones en la compasión, en ponernos en lugar del otro antes de enjuiciarlo, en no tratar a los demás como no queremos que nos traten a nosotros. Las religiones monoteístas son religiones de paz, coincidiendo con lo reiterado tantas veces por el Papa Francisco. No por su política de asentamientos el judaísmo es una religión de guerra, como tampoco lo es el cristianismo pese a la Inquisición, ni el credo musulmán pese al secuestro de algunos fanáticos frente a cientos de millones. La propuesta de Armstrong es pasar de la «tolerancia» al aprecio mutuo. Tras el 11-S cientos de comunidades judías, musulmanas y cristianas norteamericanas decidieron estrechar sus lazos. La película Mi nombre es Khan es fiel ejemplo de ello, como respuesta a la reacción identitaria y exclusionista de algunos. Cuando Armstrong recibió en 2008 el premio TED, anunció la puesta en marcha de la Carta por la Compasión, a la que se están adhiriendo cientos de miles de personas en todo el mundo, de todas las ideologías y credos, de la talla del arzobispo Desmond Tutú, del imán de Nueva York Faisal Rauf, los Reyes de Jordania, rabinos, artistas, filósofos y todo el que crea que un mundo justo solo se alcanza desde la defensa inequívoca de que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad y merecemos el mismo respeto a nuestras creencias, encontrando en la religión una fuente de paz en el mundo. Las ideologías y los credos que no propicien una convivencia global desde el entendimiento, suspenderán la prueba de la historia.

* Abogado