Querido amigo: no creo que te hayas preguntado por qué no te he escrito. Tendrás muchas cosas en las que pensar antes de en esta mujer del montón. Siempre decido no escribirte más. Pero me gustó tu carta sobre el amor. Además, hoy estoy animada. Bueno. Te cuento. De vez en cuando limpio el buzón. Hay muchos días que ni me acuerdo de abrirlo. ¿Quién me va a escribir a parte de la propaganda y las cartas de los bancos? Entre tanto papelote, un sobre blanco sin nombre ni dirección ni remite. Me llené de intriga. Lo abro, y dos corazones entre ese ocho tumbado, que es el símbolo del infinito. Nada más. Me temblaron las piernas. Miré alrededor con la sensación de que mi marido me observaba. Pero no; muchos días ni viene a almorzar. Muchas noches me acuesto sola. ¿Quién me ha podido mandar esto a mí, mujer del montón? Apenas alterno. Me he ido recluyendo en la casa. Mi marido sí sale; pero solo. ¿Será una broma de él? No lo creo. Hace tanto que no tiene un detalle conmigo que hasta dudo si lo ha tenido alguna vez. Yo, al principio, le recordaba lo atento que era antes de casarnos. Pero me contestaba que tenía que respetarle su espacio, que él no iba a renunciar a sus cosas… Hubo un tiempo en que quise arreglarlo. Necesitaba que funcionase mi matrimonio. Insistí en vez de irme. Ahora no tengo ánimos ni para insistir ni para irme. Ahora todo está bien. Cuando no puedo más, me consuelo con la música. Leonard Cohen, Battiato... ¿Será una broma de alguna de mis amigas? Lo dudo. No creo que a ninguna le haya dado por gastarme esta broma tonta. Estoy muy intrigada. ¿Qué hombre se va a fijar en mí, con mis años, mi soledad y mis rutinas? Miro a la gente por la calle, en el supermercado, en la parada del autobús. ¿Quién será? ¿A mi edad un amante secreto? ¡Vamos! Es que me miro al espejo y hasta me siento ridícula. No; se habrán equivocado de buzón. Eso será. En uno de los pisos hay una adolescente. Se ha enamorado de un chaval. ¡Se miran y se besan con tanta ternura! ¡Me gustaría tanto haber tenido un amor así! Mi duda es si merece la pena o es mejor la tranquilidad de la rutina. Me gusta mi casa, mis macetas, el rinconcito que tengo para leer. No quiero soñar. Hace mucho tiempo que me lo prohíbo. Y sin embargo, ¡qué bello debe de ser amar y sentirse amada!.

* Escritor