Los españoles tenemos diferentes percepciones de la situación de nuestro país tras la decisión pasada del 14 de marzo de total confinamiento de la población y ante los nuevos brotes, surgidos tras la liberación doméstica. La referida percepción depende de la imagen que se tiene del presidente del Gobierno y de la cultura estratégica existente en España. Y esto está condicionado, a su vez, por la distribución del poder político en el territorio, por la transparencia del sistema y por la naturaleza del entorno europeo.

El entorno indicó en febrero la inminencia de una ola de coronavirus desde Italia y, ahora, ha puesto de manifiesto la magnitud de la amenaza de la covid-19, que no somos capaces de transformar en oportunidad. Se tomaron decisiones que tuvieron que ser implementadas mediante varias opciones.

Y en función de aquellas opciones elegidas vinieron diferentes resultados.

Aquellas decisiones estuvieron condicionadas por la cultura estratégica del Gobierno, que estaba entonces en otros quehaceres, y por las relaciones del Estado con la Sociedad. El Gobierno, tras la declaración del estado de alarma, no percibió que la implantación de ciertas medidas dependían de las relaciones Estado-Sociedad y de las instituciones regionales y locales.

Han transcurrido seis meses desde la declaración del estado de alarma y ahora es posible evaluar las amenazas continuadas de la pandemia, los ajustes estratégicos que ha tenido que hacer el gobierno y la implementación de sus decisiones, tomadas bajo la hipótesis errónea de que existen diferencias entre el mundo real y el mundo social.

Si la cultura estratégica condiciona la percepción que se tiene de una amenaza, en este caso coronavirus, y conjuntamente con el sistema Estado-Sociedad conduce a tomar decisiones y a elegir alternativas de acción, conviene analizar la cultura estratégica de España a la hora de enfrentarse a una amenaza exterior.

Las señales que venían de Italia no fueron suficientes para cambiar la estrategia básica del Gobierno y de la sociedad.

La ausencia de cultura estratégica; es decir, la carencia de mecanismos que permitan filtrar y conformar la elección final condujo a actuar mal y tarde por imprevisión como demostró la carencia de mascarillas, de máquinas para tratar muestras e identificar portadores, etc.

Esta sociedad no tiene una mentalidad de defensa activa y de ahí, la carencia de medios para luchar contra el virus. Tampoco existe una estrategia ofensiva de ataque, que ha comenzado con la búsqueda de remedios, tales como vacunas.

¿ quizás?, poder cambiar nuestra básica ordenación de monarquía parlamentaria .Toda cultura estratégica exige fundamentos de rectitud y moralidad en un marco de transparencia y la sociedad ha observado tácticas de desviación de la atención hacia elementos superfluos para que la sociedad no se centrara en los elementos básicos y fundamentales.

Quizás el Gobierno estuviera buscando un orden en el marco de la pandemia en que la sociedad contemplase al presidente como a emperador benevolente al que rendir tributo.

Pero en este análisis realista los resultados de las opciones ejecutadas, tras la derogación del Estado de Alarma, están Influyendo en la percepción que los ciudadanos tienen de la imagen del señor Sánchez en el marco de la real duración y extensión de la enfermedad.

Piensan que la ausencia de claridad, la naturaleza de un entorno permisivo, junto a la carencia de medios de detección, dan la imagen de un gobierno entretenido con otros asuntos, que pueden esperar, en lugar de reconocer su incapacidad para atacar en solitario al enemigo.

No hay estrategia ofensiva contra el desempleo porque no se dispone de recursos públicos para ello. Solo se tiene la esperanza de que el año próximo vendrán de Bruselas.

Una retirada a trincheras y a la retaguardia no será suficiente.

* Catedrático emérito de la UCO