Mañana, fiesta de la Virgen del Carmen, una de las advocaciones más entrañables y populares de María. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, en Israel, en la ciudad de Haifa, un nombre que se deriva de la palabra «Karmel» o «Al-Karem», y que se podría traducir como jardín. La fiesta nos evoca a aquel grupo de ermitaños que, inspirados en el profeta Elías, se retiraron a vivir al Monte Carmelo. Estos devotos, después de las Cruzadas, formaron en Europa la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Según la tradición carmelita, el 16 de julio de 1251, la imagen de la Virgen del Carmen se le habia aparecido a san Simon Stock, superior general de la Orden, a quien le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. Según esa tradición moderna, la Virgen prometió liberar del purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo. Esta veneración recibió reconocimiento papal en 1587 y ha sido respaldada por los pontífices posteriores, en especial lo referente al escapulario. La devoción mariana a la Virgen del Carmen se extendió a muchos países de Europa, entre ellos a España, y desde éste, a numerosos países de América. La Marina Española le ha concedido el titulo de patrona. Prácticamente, todos los pueblos y ciudades de la costa española rinden culto religioso a la Virgen del Carmen, organizándose procesiones y vistosas romerías marítimas portando su imagen. En el año 1924, Rafael Alberti, joven de 22 años, publica Marinero en tierra, un libro de poemas que le valió el Premio Nacional de Poesía. El poeta lo escribe desde la sierra de Guadarrama, donde se recupera de una afección pulmonar. Allá, lejos del mar de su infancia, escribe versos llenos de nostalgia. Es cierto que este libro supone un retorno a la infancia. Pero curiosamente, también, es un modo de perpetuar por escrito sus imágenes, devolviendo a la memoria la frescura del momento, la intensidad acuática de su escenografía, cruzando los tiempos en que se conjuga cada acción. Quizás por ello, el cuadro que nos presenta Alberti es el de un mar benéfico, permanente, que se afirma a sí mismo a pesar de la historia y de los acaecerse de la vida. Entre los poemas que conforman esta obra, hay tres sonetos dedicados a la Virgen del Carmen Marinera, tal como se festeja en el Puerto de Santa María (Cádiz), su lugar de nacimiento. He aquí algunos de sus versos: «Que eres loba de mar y remadora, / Virgen del Carmen, y patrona mía, / escrito está en la frente de la aurora, / cuyo manto es el mar de mi bahía». O este otro, muy hermoso: «¡Oh Virgen remadora, ya clarea / la alba luz sobre el llanto de los mares.! / Contra mis casi hundidos tajamares, / arremete el mastín de la marea». Y los versos, evocando el escapulario: «Toquen mis manos el cuadrado anzuelo / --tu escapulario--, Virgen del Carmelo, / y hazme delfín, Señora, tú que puedes...». Los poemas de Alberti ponen esa nota azul a María, Nuestra Señora del Carmen, en su fiesta de mañana.

* Sacerdote y periodista