Allá donde no llegan los sindicatos, de los que «cabe esperar poca cosa o apenas nada», se abren paso los movimientos sociales, como «Enfermería de Madrid Unida», formado por enfermeras que representan a enfermeras.

Está dispuesto a alzar la voz sin miedo, a pesar de que estén saturadas, cansadas y sometidas a un estrés brutal, no cobren un salario adecuado a los riesgos que su profesión conlleva, realicen turnos descabellados o vean cómo van perdiendo derechos poco a poco.

Isabel García, su portavoz, habla de sobrecarga, desilusión, cansancio, frustración... Y de cómo repercute en la atención al paciente. De ahí los lemas «la enfermería de Madrid ya no pude resistir», «hay que cuidar a quien nos cuida», «la vocación no justifica la explotación» o el hashtag #Nopodemosparardecuidar y las concentraciones y parones convocados.

La situación no es muy distinta en otras comunidades autónomas, especialmente con esta segunda ola. Ya no hay aplausos para ellas, no hay tantas dispuestas a ofrecerse para hacer turnos extra porque se han visto devastadas por la carga emocional. Muchas han optado por el autoconfinamiento fuera de sus turnos y llevan meses sin ver a familiares o amigos.

Más allá de visibilizar la explotación que sufren algunas de mis amigas, pienso en que ellas han sido las que me han ayudado en urgencias cuando lo he necesitado como enferma crónica. Por eso, me dieron escalofríos cuando Mari me dijo: «Hay momentos en los que no he podido hacer nada por personas de 50 años» y apeló a «esas ganas de llorar de impotencia que te acompañan cuando sales del hospital» o cuando Jara, con los ojos vidriosos, me confesaba que se está planteando si dedicarse a otra cosa porque está «muy desencantada» con la profesión, vive «ahogada» pese a llevar 12 años ejerciendo y apenas consigue sacar tiempo para ir al baño o poder secundar los parones.

He hablado con muchas de ellas y les he brindado todo mi apoyo. Soy consciente de la guerra que afrontan cada día sin que la población lo vea ni los medios de comunicación les presten la atención que merecen. Les he dado las gracias una y otra vez. Pero no es suficiente.

¿De verdad no podemos cuidar a quien nos cuida, de quien depende nuestra vida en muchas ocasiones? ¿Qué estado del bienestar es éste? ¿Qué fue de nuestra ejemplar Sanidad Pública?