En aquellos tiempos de hace apenas unos años que ahora nos parecen remotos, los cercanos meses del verano eran el momento de ordenar un poco los conceptos y asimilar lo pasado, los porqués y sus posibles consecuencias. Puede que dijéramos: «Bueno, vaya vorágine, pero en agosto todo se quedará tranquilo y ya nos aclaramos». ¡Ay, aquellos estíos de serpientes informativas y gobiernos al ralentí! No ocurrirá tal. No habrá paz para las cabezas ni posibilidad de reflexión, y seguiremos recibiendo una noticia histórica cada mañana, que será deglutida por la tarde y sustituida al día siguiente por otro sucedido también histórico. Cabe preguntarse cuántos capítulos ocupará esta etapa en los libros de historia de final de siglo. Quizá sean muchos, quizá sea solo una nota a pie de página, pero lo estamos viviendo con ansiedad. En una semana se ha volcado el Gobierno de España, el PP todavía no se cree lo que le ha pasado, el PSOE se debate entre el entusiasmo y la enorme carga que asume, la lista de peticiones al nuevo presidente, Pedro Sánchez, es tan larga como las cuentas del Gran Capitán, el independentismo se siente agraviado con el nombramiento de Josep Borrell, Mariano Rajoy anuncia que deja la presidencia del PP y ya está poniendo caritas su posible recambio, Alberto Núñez Feijóo (¿No decían que era el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, el «tapado de Rajoy»?), y en un goteo rapidísimo vamos conociendo el nuevo Gobierno que Pedro Sánchez hará público hoy.

Imposible saber qué pasará no ya en unos meses, sino en unos días. Vayamos pues, por capítulos. Y en el de hoy, con la despedida de Rajoy --¿por qué casi nadie la esperaba, si era lo razonable? Quizá por la lentitud con la que siempre se ha comportado el expresidente, que ha mostrado gran dignidad y coherencia en su adiós político-- se termina de cerrar una etapa y se confirma el nuevo ciclo.

Un nuevo ciclo en el que los gestos de Pedro Sánchez en los nombramientos que prepara envían mensajes que hablan de firmeza con el independentismo (Borrell), de tomarse en serio las reivindicaciones de las mujeres (muchas ministras, y la cordobesa Carmen Calvo, ministra de Igualdad y única vicepresidenta), y una mano tendida a Andalucía, con la llamada a la consejera María Jesús Montero para que se haga cargo del Ministerio de Hacienda. Su puesto lo asumirá Ramírez de Arellano y para Universidades llega a la Junta la catedrática Lina Gálvez, una bomba de actividad y empatía, feminista capaz de dar un empujón al papel de la mujer en la Universidad andaluza. El capítulo de ayer estuvo muy, muy interesante. ¿Qué nos deparará el de hoy?