Somos la única generación que destruye el suelo que pisa para construir nuevas viviendas sujetas a todo tipo de trepa bancaria. Bajo nuestros pies, siete metros de estratigrafía repletos de siglos de historia; tierra de la más inimaginable gloria e innumerables fatigas.

Recuerdos tan dulces como amargos que no solo quedan improntados en la piedra, también en nuestros cantes.

Cantes que bien podríamos llevar en el bolsillo del pantalón, pero cantes que mueren en esta era donde la información es más accesible que nunca, mientras el mundo parece no querer interesarse. El cante muere, mueren nuestros abuelos y sus fandangos en una taberna en guerrilla permanente con el inexorable tiempo. Muere la historia viva del pasado que fuimos y jamás seremos, porque un llanto terrible asola Córdoba y toma por nombre «Olvido».

Con cariño enorme a la Taberna Fuenseca.