Si no tienes una hija especial es cuasi imposible que entiendas este artículo. Solo, y exclusivamente, si padeces en tus carnes tener una hija con cualidades especiales puedes llegar a sentir, comprender y padecer muchos de esos sentimientos que otros jamás, y ni por asomo, podrán albergar.

La vida con mi hija es sumamente distinta, dispar, desigual, divergente... En definitiva, muy complicada desde cualquier prisma que oses contemplarlo.

Por ello, toda aquella persona que me ayude, apoye, facilite y empatice, tanto con Candela como con un servidor, tiene un enorme hueco en mi corazón.

He tenido el formidable placer de poder agradecer en estos últimos años a muchas personas e instituciones públicas y privadas que han tenido a bien hacerme la vida (tanto a mí como a mi hija) un poquito más fácil.

Pues bien, las últimas aventuras de mi pequeña Candela se desarrollan en el Mercado Victoria. La verdad, no se por qué extraña razón a mi hija le place y se le antoja cada fin de semana, después de realizar su actividad matutina de juegos en colchonetas y piscina de bolas, obligarme a ir, de manera ferviente, a tomarse un zumito de piña acompañado de su correspondiente aperitivo.

No se si le gustará la música, el ambiente, las luces... la verdad, me da igual.

A mí, simplemente, y lo hago constar con gran alegría a la par que con maravillosa devoción, me produce un entusiasmo tan fuerte, una vez que aparezco por dicho Mercado, recibir desinteresadamente ese cariño tan enérgico de personas como Antonio Panadero y Rafael Palma, mostrando su simpatía y alegría de forma desproporcionada; su simpatía, sus gestos, sus sonrisas, todo ello me hace sentir un torrente de emociones incapaz ser entendido por cualquier otro ser humano.

Gracias Antonio, y gracias Rafa, no os podéis ni imaginar lo que un padre puede llegar a sentir cuando el trato recibido es tan maravilloso como el mostrado por ustedes.

Candela y su familia os lo agradecen someramente. Con personas como vosotros la vida es mucho más fácil.