Junto al río, que es la esencia de Córdoba, frontera y unión, la razón de ser de la ciudad, como dice el arqueólogo Vaquerizo, se están divirtiendo los cordobeses este fin de semana en una convocatoria de mercado medieval instalado en la zona donde hace 1.200 años se produjo la revuelta del arrabal de Saqunda y hace 72 el obispo fray Albino levantó un barrio cuyas casas andan ahora heridas. Un territorio histórico, habitado casi siempre por ciudadanos menos pudientes, aunque hubo alguna almunia --espacio de recreo en zonas musulmanas--, en cuyas ruinas el arte moderno ha instalado el C3A, un edificio envuelto en los restos de aquella historia en la que Alhaken I arrasó su emplazamiento, crucificó a los habitantes que se sublevaron contra él y los que no murieron huyeron a Toledo, Fez, Alejandría o Creta donde fundaron un emirato bajo dinastía cordobesa. Fue cuando el arrabal se convirtió en cementerio, oratorio y campamento militar y más tarde en taberna, convento, corrales, ejido, tejar, ollerías y, finalmente, en barrio con parroquia que por Miraflores empezó a cuidar sus vacas que mugían con la Mezquita al otro lado del meandro. La antigua Saqunda se convirtió en Campo de la Verdad donde en los años sesenta jugábamos casi todos los sábados al fútbol en el estadio de San Eulogio los seminaristas de Los Rojos 66, más tarde íbamos al cine Séneca y en una de las casas de Fray Albino vimos la final de la Copa del Rey entre el Betis y el Athletic de Bilbao en 1977, cuando la Calahorra y el Puente Romano eran de los tubos de escape y la gasolina y la ciudad miraba para el centro y le daba las espaldas al río, cuya soledad lo convertía en espacio prohibido por las noches. Un lugar donde un día la ciudad soñó con construir un futuro llamado Palacio del Sur que se redujo solo a maquetas de arquitecto y a descampados donde crecieron los jaramagos. Este fin de semana la ciudad, vestida de mercado medieval, se está paseando y divirtiendo por Miraflores y el Campo de la Verdad, ese espacio sobre el que el río abandonó su antigua vocación de frontera para convertirlo en vestíbulo de acceso al conjunto patrimonial. Por donde la Córdoba omeya construyó su primer arrabal islámico y la moderna, el C3A.